El amigo irlandés

ENTREPARÉNTESIS

Julio Trujillo<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Julio Trujillo*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Es muy probable que el nombre de Maurice O’Connor Drury no nos diga mucho, aunque fue un distinguido psiquiatra y padre de dos hijos notables: uno miembro de la Real Academia Irlandesa y otro el legendario editor de periódicos como el Irish Daily Mail y el Irish Independent.

Pero Drury (“Con” para sus amigos) fue algo más: fue amigo de Ludwig Wittgenstein y llevó una serie de diarios donde registró todo lo relacionado con dicha amistad, sobre todo sus conversaciones. Tan importante es ese registro, que no dudamos en colocar a Drury junto al Boswell de Johnson, al Eckermann de Goethe o al Bioy Casares de Borges. A dicho amigo irlandés le debemos una perspectiva diferente para entender la vida y la obra del autor de las Investigaciones filosóficas: la del hombre fuera del salón de conferencias y fuera también de la compleja burbuja de abstracciones que dominaba su pensamiento. Sus conversaciones con Wittgenstein son una delicia, un testimonio importante del que comparto algunas perlas en voz del filósofo:

—Cuando fui maestro de pueblo en Austria después de la guerra, leí Los hermanos Karamazov una y otra vez. Se lo leí en voz alta al párroco del pueblo. ¿Sabes que realmente han existido personas como el Viejo Zósima que podían ver en el corazón de la gente?

—Kierkegaard fue, por mucho, el más profundo pensador del siglo pasado. Kierkegaard fue un santo.

—Todas las expresiones genuinas de una religión son maravillosas.

—Spinoza pulía lentes. Yo creo que eso debió ser una enorme ayuda para él cuando necesitaba descansar de pensar. Ojalá yo tuviera una ocupación similar.

—Tú crees que ser filósofo es difícil, pero no es nada comparado a la dificultad de ser un buen arquitecto.

—Si creyera que Dios es un ser como yo, afuera de mí, sólo que infinitamente más poderoso, mi deber sería desafiarlo.

—Mozart creía en el cielo y el infierno, en tanto que Beethoven sólo creía en el cielo y la nada.

—Si Spengler hubiera tenido la valentía de escribir un libro muy breve, hubiera sido grandioso.

—Me deja perplejo que la gente considere a Sócrates un gran filósofo. Porque cuando Sócrates pregunta por el significado de una palabra y la gente le da ejemplos de cómo esa palabra es usada, no queda satisfecho, sino que quiere una definición única. Ahora bien, si alguien me muestra cómo una palabra es usada y sus diversos significados, ésa es exactamente la respuesta que yo quiero.

—Cuando estás jugando ping-pong no debes usar una raqueta de tenis.

—Yo podría construir una interpretación de los sueños tan convincente como la de Freud, pero de miedos reprimidos.

—Me parece que Hegel siempre quiere decir que las cosas que parecen diferentes en realidad son iguales, mientras que a mí me interesa mostrar que las cosas que parecen iguales en realidad son diferentes.

—Cuando leo a Schopenhauer puedo ver el fondo con gran facilidad. No es profundo como Kant y Berkeley.

—Broad tenía razón cuando dijo que el Tractatus es altamente sincopado. Cada oración en el Tractatus debe verse como el encabezado de un capítulo que requiere mayor desarrollo. Mi estilo actual es bastante diferente, estoy intentando evitar ese error.

—Es característico que, justo cuando los medios de reproducción han mejorado tanto, haya cada vez menos gente que sepa cómo la música debe interpretarse.

—Si anotas estos comentarios espontáneos, algún día alguien los puede publicar como opiniones calculadas. No quiero que eso suceda. Ahora estoy hablando libremente conforme me llegan las ideas, pero todo esto va a requerir mucha más consideración y una mejor expresión.

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Carlos Olivares Baró