Rocío Cázares Blanco y Francisco J. Serrano, profesores de la Unidad Académica de Filosofía de la Universidad Autónoma de Zacatecas han coordinado un libro sólido e interesante en el que reúnen artículos de varios pensadores latinoamericanos en torno al tema del duelo (Filosofía del duelo, México, Gedisa 2024). Aunque la aproximación general del libro es primordialmente filosófica, los autores se mueven en un campo interdisciplinario en el que toman en cuenta aportaciones de la psicología, la medicina, la psiquiatría y la tanatología.
Por desgracia, el duelo es una emoción que todos experimentamos en nuestras vidas. El concepto de duelo está ligado estrechamente al de la muerte. El duelo puede definirse como la experiencia causada por la muerte de un ser humano amado, por ejemplo, un padre o un esposo. Sin embargo, el concepto puede extenderse para incluir la experiencia dolorosa generada por la muerte de un animal muy querido. Es así que podemos decir que alguien puede pasar por proceso de duelo por la muerte de su mascota favorita. También podemos hablar del duelo en casos en los que no acontezca ninguna muerte sino únicamente algún tipo de pérdida personal. Por ejemplo, podemos pasar por un proceso de duelo por un divorcio o después de haber perdido a un grupo de amigos. E incluso podemos considerar el duelo anticipado, que es una experiencia que se padece antes de que muera algún ser amado, por ejemplo, cuando se conoce un diagnóstico que le da pocos meses de vida o cuando presenciamos su proceso de deterioro orgánico anterior a la muerte. Y si extendemos aún más el concepto podemos hablar de un proceso de duelo anticipado por la muerte de uno mismo, por el largo adiós a todo lo que se tiene en la vida.
En los artículos del libro compilado por Cázares y Serrano se examinan los distintos tipos de duelo desde diferentes perspectivas teóricas. Uno de los temas que se estudia es la manera en la que el duelo afecta nuestra identidad personal. La muerte de un ser querido puede significar un quiebre en la concepción que tenemos de nosotros mismos. Este quiebre no es sólo una manera de hablar, sino que debe entenderse de una manera sustantiva. Superar un duelo muchas veces requiere rehacer la narrativa sobre nuestra vida: ya no somos los mismos que antes, nos convertimos en otras personas y la pérdida padecida se plantea como un acontecimiento determinante de la nueva identidad. De esa manera, por ejemplo, nos redefinimos como huérfanos o como viudos para el resto de nuestras vidas.

Magnicharters, de pena
A veces, el duelo no sólo nos obliga a replantear la idea que tenemos de nosotros mismos, sino incluso la idea que teníamos de la persona que ha muerto o está por morir. Sucede, a veces, que cuando vemos morir a una persona que nos causó daño, digamos, a un padre golpeador, nos sentimos culpables de seguir guardando resentimiento en contra de él. En ocasiones hay una presión social, ya sea familiar o del círculo de amistades, para perdonar a esa persona, pero eso nos genera emociones encontradas que se mezclan con el dolor propio del duelo.
En todas las culturas hay normas y rituales en torno al proceso de duelo. Cuando la conducta de alguien sale de los patrones socialmente aceptados, su experiencia del duelo comienza a considerarse como sospechosa. Algunos opinan que es incorrecto que un deudo no llore en un sepelio y otros, en cambio, opinan que es incorrecto que llore demasiado. Cuando estamos en duelo es muy frecuente que nos sintamos observados y juzgados. En muchas culturas hay una moral explícita del duelo que casi siempre está ligada a creencias, prácticas e instituciones religiosas, pero incluso en una sociedad secularizada como la nuestra hay una moral implícita que determina cómo hemos de actuar, sufrir y, eventualmente superar el dolor padecido. Se habla entonces, de un duelo correcto y de otro incorrecto. En un extremo, el duelo que sale de la norma se puede tratar como una enfermedad.
Filosofía del duelo es una contribución valiosa a la filosofía mexicana, no sólo por el rigor de sus propuestas sino, además, por la importancia del tema abordado, un asunto del que no se puede estar desinteresado.

