BRÚJULA ECONÓMICA

Respuesta ante la Irracionalidad

Arturo Vieyra*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.  Foto: larazondemexico

Resulta sorprendente la irracionalidad de las amenazas del presidente Trump en torno a la imposición de aranceles a México y Canadá. Con estas acciones, Trump busca revertir la desindustrialización de la manufactura estadounidense y reducir el déficit comercial, el cual, según él, perjudica la economía de Estados Unidos.

Diversos foros y análisis realizados en el Congreso, la academia y el sector privado, han señalado la inviabilidad de los aranceles para alcanzar las metas propuestas por Trump, las cuales se sustentan en un diagnóstico erróneo. Por ello, es pertinente reflexionar sobre algunas de las consecuencias que podría acarrear la imposición de aranceles.

Es fundamental entender que el déficit comercial de Estados Unidos es, en gran medida, resultado de la significativa inversión en ese país, lo que refleja su atractivo para los inversionistas. Por tanto, no debe considerarse un indicador perjudicial para la economía estadounidense, especialmente en el contexto del comercio en América del Norte.

La imposición de aranceles podría generar un aumento en la inflación y un golpe directo a los consumidores, lo que podría verse acentuado aún más si los países afectados responden de manera similar. Esto probablemente reduciría el gasto en sectores clave como el automotriz y el de productos electrónicos, mientras que las empresas enfrentarían un impacto negativo en sus costos de producción.

En términos generales, existe un consenso claro en que los aranceles perjudican la economía de Estados Unidos, ya que distorsionan la producción al disminuir la productividad. No logran reducir efectivamente los déficits comerciales y, ante una respuesta similar de los socios comerciales, incrementan la probabilidad de desencadenar guerras comerciales, obstaculizando así el crecimiento económico y el empleo en toda la región de Norteamérica.

Por otro lado, la imposición de aranceles también tendría consecuencias muy negativas para las economías de México y Canadá, lo que podría agravar los daños en todo el bloque de Norteamérica. Esto se daría si se ven obligados a asumir los costos de represalias comerciales, respondiendo de igual modo a las agresiones de Trump. Además, una represalia generalizada podría desencadenar una espiral descendente en el comercio internacional, destruyendo las ganancias obtenidas durante los treinta años del tratado comercial (TLCAN y T-MEC). Por lo tanto, la estrategia más adecuada para México y Canadá es evitar represalias arancelarias y explorar otros mecanismos que minimicen el daño, así como buscar alternativas comerciales.

En consecuencia, la política de aranceles de Trump puede considerarse una estrategia perjudicial que también daña la economía estadounidense y, de hecho, es contraria a los objetivos propuestos. Esta postura refleja una completa irracionalidad desde una perspectiva económica y social, ya que ralentizar el crecimiento de México implicaría una mayor presión migratoria hacia el norte.

Afortunadamente, la respuesta de la presidenta de México ha sido sensata y racional, alejándose del tono beligerante e ilógico de Trump. Ha puesto sobre la mesa los riesgos y consecuencias de los aranceles propuestos, evitando escalar la situación mediante represalias directas.

Sin embargo, independientemente del desenlace a corto plazo, la relación comercial entre México y Estados Unidos seguirá amenazada en los próximos años. Es imperativo minimizar el daño mediante represalias cuidadosamente analizadas, dirigidas a los sectores que apoyan directamente a Trump. A mediano plazo, es igualmente crucial buscar una mayor diversificación de nuestras exportaciones, reduciendo así la dependencia comercial de Estados Unidos.

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