El matrimonio surgió hace más de 3,800 años, y parecería que el concubinato fuera algo moderno, pero no es así, ya que también se remonta al Código de Hammurabi (siglo XVIII a.C.) el cual reconocía a las concubinas, pero con derechos limitados.
En la China imperial, se reconocía a las concubinas, las cuales se integraban a las familias nobles para asegurar la descendencia del señor de la casa. En la Roma antigua, el concubinatus era una unión estable, sin derechos matrimoniales pero reconocida socialmente.
Fue en la Edad Media, y con el empoderamiento del cristianismo, que la Iglesia católica condenó al concubinato, y promovió el matrimonio sacramental como única forma de vida en común. Por ello, el concubinato se desarrolló en la clandestinidad, de esta forma, se crearon las “otras familias”, donde las leyes clasificaban a los hijos fuera del matrimonio de forma despectiva, como ejemplos; “hijos espurios” o “hijos ilegítimos”, o “hijos bastardos”, los cuales no tenían casi ningún derecho, pero no obstante de que la Iglesia prohibió el concubinato, sobrevivió a ello.

Ahora sí, a transparentar concesiones
En el derecho moderno, el Código Napoleónico (1804) no reguló al concubinato, pero sí estableció las bases del matrimonio como un acto del Estado civil y laico, con lo cual la Iglesia perdió el poder de controlar la celebración de los matrimonios. Fue durante el siglo XX en Francia, Suecia, México, y algunos otros países latinoamericanos que otorgaron derechos al concubinato.
En México, fue reconocido el concubinato plenamente hasta el año 1983, con la reforma al Código Civil, que le otorgó derechos sucesorios, y posteriormente derechos de seguridad social. Inicialmente, se requería que las personas vivieran en unión por más de cinco años, libres de matrimonio, o tuvieran hijos en común para ser considerados concubinos. Con la reforma al Código Civil de la CDMX, realizada en el año 2000, que el periodo de vida en común para el concubinato bajó a dos años. Posteriormente, al igual que sucedió con la autorización del matrimonio entre personas del mismo sexo, se permitió que el concubinato pudiera realizarse se la misma forma que el matrimonio.
De esta forma, el concubinato adquirió, prácticamente, los mismos derechos que el matrimonio, sin embargo, los jóvenes lo prefieren por representarles diversas ventajas, como son: libertad y flexibilidad, muchas parejas consideran que el matrimonio implica obligaciones legales y sociales que pueden limitar su independencia, por ello, mantienen relaciones sin compromisos formales. Miedo al divorcio: el pensar que el matrimonio puede llevar al divorcio produce temor a casarse, por lo complicado que puede resultar un divorcio, además, del costo social de ser divorciado, por ello muchas parejas no asumen ese costo y permanecen en concubinato. Prueba de compatibilidad: muchas parejas deciden que antes de casarse deben vivir en concubinato para probar que pueden vivir en pareja, situación que luego se prolonga sin que se llegue al matrimonio.
Por lo anterior, podemos observar que mientras que el matrimonio es muy rígido en sus formalismos, el concubinato es una situación que se produce por el solo transcurso del tiempo, y aunque muchas parejas no lo observan, genera los mismos derechos y obligaciones que el matrimonio; sin embargo, a diferencia del matrimonio, el vínculo se desintegra por la simple separación, la cuestión es que cuando hay hijos de por medio, y llegan a separarse, los derechos y obligaciones son los mismos que del matrimonio. Ustedes deciden.

