DESDE LAS CLOACAS

Promesas incumplidas

El Duende. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: La Razón de México

Arturo tiene tres hijos, una esposa y un crédito hipotecario del cual hacerse cargo. Desde que inició el año, no ha cobrado en su trabajo.

Y aunque no le han pagado, Arturo acude puntual a los llamados; cumple con las órdenes; se queda más de ocho horas y sigue esperando que su jefe cumpla la promesa de que, ahora sí, en la primera quincena de abril, él y todos sus compañeros podrán cobrar. Hay otra promesa sobre la mesa, si resiste, será compensado con el premio de una basificación, es decir, tendrá diversas prestaciones y un sueldo seguro cada 15 días.

Por lo pronto, además de acudir a su trabajo entre semana, los fines batalla con un puesto en un tianguis cerca de su domicilio. Lo poco que gana lo estira para subsistir en lo que llegan esas promesas.

Andrea es compañera de Arturo, ella no tiene una familia que mantener, prácticamente acaba de salir de la carrera y sus jornadas de trabajo las pasa en el zócalo capitalino, bajo el sol.

A ella le toca recabar los datos de personas beneficiarias de programas sociales del Gobierno de la Ciudad de México.

Las jornadas son largas y extenuantes, la promesa es que a partir de la siguiente quincena cobrará un sueldo de alrededor de 10 mil pesos y aunque Andrea no tiene una familia que alimentar, sí pertenece a un hogar en el que hay que aportar para subsistir.

Arturo y Andrea se asumen como parte del grupo que llegó al antiguo Palacio del Ayuntamiento tras colaborar en la alcaldía Iztapalapa.

Les han prometido que, en un tiempo, podrán tener una “plaza” como trabajadores de la administración, pero, por lo pronto, tienen que esperar a que se liberen los recursos para solventar los salarios.

Cualquiera diría que se trata de una nueva forma de esclavitud, una nueva forma de dar trabajos precarios, pero eso no pasa en los gobiernos de izquierda que actualmente ostentan el poder… sí ajá.

Ahora, a ambos les tocará chambear como promotores de programas sociales en lo que llega la promesa de pagarles o basificarlos. La pregunta es: ¿y cuándo llegará?

En el baúl. Si lo del rancho Izaguirre en Teuchitlán, Jalisco, hubiera ocurrido hace 10 años, el hoy presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, se habría crucificado afuera del lugar del hallazgo. Pero no, hoy lo desestima y hasta se burla de las madres que buscan desesperadamente a sus hijos desaparecidos. No cabe duda que el poder cambia a la gente, un político que, en otras circunstancias y con otros gobiernos, se hubiera sumado a las exigencias de justicia. Esta vez, con cargo en las manos y sabiéndose intocable, se fue a Europa de “gira parlamentaria”.

Basta por hoy, pero el próximo lunes… ¡regresarééé!

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