La elección judicial es la apertura y destrucción de una caja negra (el viejo Poder Judicial Federal) y su reemplazo por un gabinete de curiosidades. Una vez que se reformó este poder del Estado, las togas de ministros y magistrados se ven como lo que eran: atuendos, disfraces, detrás de los cuales había humanos demasiado-humanos. Pero quienes serán elegidos tampoco son estatuas, sino personas de carne y huesos.
Por ejemplo, las candidatas oficialistas a ministras no son, por definición, imparciales y sus campañas iniciaron como mítines partidistas. Pero la propaganda negra de la derecha prefiere presentarlas como “burras” o “demagógicas”, más que como inclinadas a un lado. Para no llamarlas radicales (que toman las cosas por la raíz), se prefiere etiquetarlas como ignorantes, tontas y folklóricas. “Nacas”, se atreven incluso a decir algunos, confirmando el racismo estructural que existe en México (pues esa palabra es apócope de totonaco).
En vez de alertar por la restauración del partido de Estado, la oposición recorta fragmentos donde la ministra Batres parece ignorar algún artículo (aunque entre abogados sabemos que es imposible conocer todas las normas).
Por otro lado, están los candidatos “preparados” como un chicharrón, es decir, con variados diplomas de instituciones de prestigio. Veremos si suben en popularidad o si la gente se resigna, más bien, a que jueces ideologizados sostengan la balanza con una mano, mientras empujan uno de los platillos con la rodilla (como en la carta de la justicia del tarot de Jodorowsky).
Unos pocos candidatos del “México imaginario”, como llamaba Guillermo Bonfil Batalla al país que se cree occidental, cosmopolita y moderno, creen que basta haber estudiado en Europa o Estados Unidos para merecerse la silla. Pero los votantes no creemos, no creo, que sus avanzadas teorías del derecho basten para lidiar con desigualdad y racismo. Máxime si ellos mismos se exhiben como trolls criollos, con un odio tan hondo como profundo es el México real. En vez de transpirar ese odio, los candidatos claramente opositores deberían mostrar con serenidad a la sociedad los límites del populismo.
Aparte de los anteriores, hay muchos tipos de candidatos más, pues el país es plural. El problema es si podremos, como sociedad, procesar la información. Hay aspirantes profesores, litigantes y hasta sinvergüenzas profesionales. Estos últimos han trepado a base de tráfico de influencias, de tesis plagiadas, de amenazas a testigos, compra de jueces y millones en publicidad en los medios. Dada la polarización, a veces tanto los oficialistas radicales como los opositores aspirantes a jueces whitexicans hacen compromisos con esos sinvergüenzas. Se prefiere golpear a los rivales ideológicos antes que deslindarse de aspirantes a juzgadores claramente corruptos. Es una lástima. Sería terrible terminar con un Poder Judicial abierta y cínicamente mafioso. Prefiero otra Corte, incluso un equilibrio de parcialidades con candidatos oficialistas y opositores, antes que una formada por abiertos sinvergüenzas.