ACORDES INTERNACIONALES

Democracia secuestrada

Valeria López Vela. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón Foto: larazondemexico

El pasado sábado, un movimiento pro-democracia organizó una serie de 1,300 protestas pacíficas tanto dentro como fuera de Estados Unidos. Estas manifestaciones tenían como objetivo denunciar los abusos de poder y el cese de prácticas autoritarias que ha venido implementando la administración de Trump.

Bajo el lema “Manos fuera”, los participantes exigieron a los actuales gobernantes que detuvieran sus intervenciones en las instituciones y políticas que son pilares de la cultura democrática estadounidense. Clamaron por el respeto a su atención médica, a la Seguridad Social, a sus derechos civiles, a su libertad y a su educación, enfatizando su determinación de no permitir más políticas que recorten derechos laborales, desmantelen la atención médica, aumenten los precios o resulten en despidos injustificados.

Los manifestantes también expresaron su firme oposición al flagrante conflicto de intereses y la corrupción que prevalece en la administración Trump, los recortes a los programas sociales, y los ataques a inmigrantes, a la comunidad trans y a otras comunidades vulnerables.

Esta manifestación es el reflejo de una enfermedad que ha venido gestándose desde 2017, cuando se inició la erosión de la democracia estadounidense con la manipulación de la Corte Suprema. El comienzo se marcó con la nominación de Neil Gorsuch, un juez extremadamente conservador, aliado de los intereses de los ultrarricos y defensor de los derechos corporativos. En 2018, el turno fue para Brett Kavanaugh, acusado de agresión sexual por la reconocida académica Christine Blasey Ford, cuya investigación no fue llevada a cabo de manera adecuada y cuya confirmación se realizó de manera precipitada. Kavanaugh, ya como juez, negó además servicios de salud reproductiva a una inmigrante menor de edad.

Estos jueces han sido los que han tenido que enfrentarse a las excentricidades de Trump. Si los casos llegan a la Corte Suprema, es fundamental establecer un balance que asegure la independencia del Poder Judicial frente a los caprichos de la Casa Blanca.

A pesar de los evidentes abusos y los controvertidos perfiles de los jueces nominados, la sociedad estadounidense permitió que esto sucediera. Olvidaron lo que Richard Posner expone en How Judges Think: en los casos rutinarios, los jueces pueden justificar sus decisiones con lógica jurídica, pero en los casos complejos —aquellos que redefinen la sociedad y que llegan a las Cortes Supremas— los jueces a menudo aplican criterios subjetivos, emociones e incluso prejuicios.

La designación de jueces es crucial; son ellos la última línea de defensa de los derechos civiles. Necesitamos jueces profesionales, no marionetas del régimen, que defiendan principios y no prejuicios. Esperemos que aprendamos de estas lecciones amargas de la experiencia estadounidense.

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