En mi artículo del martes pasado, sostuve que el mundo está entrando en un periodo histórico que describí como “nacionalcapitalista”. La semejanza de este término con el de “nacionalsocialismo” salta a la vista. Sin embargo, sería un anacronismo sugerir que lo que estamos viendo es un resurgimiento del nazifascismo del siglo anterior. Por más coincidencias que encontremos entre lo de entonces y lo de hoy, las circunstancias son muy distintas y, por lo mismo, debemos evitar caer en la tentación de hacer analogías fáciles. Sin embargo, tomadas con pinzas, algunas analogías pueden resultar de utilidad.
La crisis de las humanidades no es nueva. En el régimen anterior, el de la globalización neoliberal, las humanidades sufrieron recortes muy considerables en casi todos los países de mundo. En ese régimen, las ciencias y la tecnología recibieron todo el apoyo por varias razones. Una de ellas es obvia: son un motor del desarrollo económico. Sin embargo, podríamos encontrar un motivo adicional: las ciencias y la tecnología son globales, son un sistema epistémico que no tienen fronteras definidas y, por lo mismo, caen bajo el marco ideológico de la globalización neoliberal. Las humanidades, en cambio, no siempre se ajustan a ese marco globalizador. Las razones son numerosas. Señalo apenas dos de ellas. La primera es que en las humanidades las diferencias lingüísticas son relevantes. Para estudiar la literatura francesa, por ejemplo, hay que saber francés. No basta con saber inglés, por más que se le considere la lengua franca en el plano académico. La segunda razón, ligada a la anterior, es que en las humanidades las tradiciones culturales también son importantes. Por ejemplo, para estudiar la novela de la Revolución mexicana, tenemos que tomar en cuenta el contexto político, social y cultural del México de aquellos años. No basta con que examinemos los textos por sí solos, hay que ubicarlos dentro del mapa que les corresponde.
Con la caída de la globalización neoliberal y el ascenso del nacionalcapitalismo lo que estamos viendo en Estados Unidos es un nuevo ataque a las humanidades. Se les reprocha que hayan adoptado ideas nocivas, contrarias a lo que se supone que es la tradición estadunidense más pura. De esa manera, observamos con preocupación como el gobierno estadounidense ha cortado el subsidio a cualquier institución educativa que cultive ideologías consideradas como peligrosas para la castidad del espíritu nacional, como el pensamiento queer, el descolonialismo o la filosofía posmoderna. La revolución nacionalcapitalista pasa ahora por un periodo destructivo. El estudio de las humanidades en Estados Unidos caerá a un nivel que hubiera resultado inimaginable hace unos años, incluso cuando nos quejábamos de los brutales recortes neoliberales. Para usar una metáfora, el nacionalcapitalismo está matando al paciente con su pretendida medicina. ¿Qué pasará después? ¿El nuevo régimen quedará satisfecho con la eliminación casi total del estudio de las humanidades o pretenderá impulsar un nuevo tipo de cultivo de las humanidades que se ajuste a su ideología? ¿Se pasará del momento destructivo a una etapa constructiva?

Magnicharters, de pena
Es probable que en un futuro no muy lejano lo que veamos en el campo de las humanidades sea una nueva versión de las humanidades nacionalizadas. Dicho de otra manera, que las nuevas humanidades retomen el cultivo de lo que a veces se describe como un pensamiento propio, original, endémico e incluso puro. Cada país impulsará sus propias humanidades con un sello nacional y, por lo mismo, evitará la importación de ideas foráneas. Así como cada país producirá sus propios automóviles y dejará de comprar los automóviles de otros países, cada país desarrollará sus propias humanidades —su propia filosofía, literatura, historia, artes, etc.— y dejará de importar las de otros países.
Se podría decir que México no se ha quedado atrás de Estados Unidos en este proceso, sino que, incluso, va varios pasos adelante en la reforma nacionalcapitalista de las humanidades. El régimen actual propone como su ideología al llamado “humanismo mexicano”. Hay que prestar atención al adjetivo. No es un humanismo cualquiera. Es el humanismo que procede de nuestras raíces, nuestra historia, nuestra idiosincrasia.
La globalización neoliberal fue una enemiga de las humanidades, de eso no cabe duda. El riesgo al que ahora nos enfrentamos es que el nacionalcapitalismo pegue a las humanidades desde otro flanco.

