La saga de la disputa comercial entre México y Estados Unidos por el tomate tiene un nuevo capítulo. Washington ha notificado su intención de abandonar el acuerdo de suspensión que desde 2019 evitaba la imposición de aranceles a la exportación de jitomates mexicanos, lo cual abre la puerta a un escenario preocupante para ambos lados de la frontera.
El tomate mexicano representa más del 90% del consumo estadounidense de esta hortaliza. Si el acuerdo cae, los consumidores en EU pagarán más de las consecuencias, como dice Sheinbaum. Esto no quiere decir que México gane. Miles de productores nacionales enfrentarían nuevos aranceles de hasta 20.91%, perdiendo competitividad y mercado en cuestión de semanas. Más de un millón de empleos, muchos en zonas agrícolas vulnerables, están en juego.
Como todo lo que hace Trump, hay un motivo político detrás. Los agricultores de Florida —clave en los triunfos republicanos recientes— llevan años presionando para restringir las importaciones mexicanas. Le sirve como retórica como el “mejor negociador”, afirma su confianza con los electores de Florida y presiona a México para ceder en más cosas. El Gobierno mexicano lo sabe, y por eso ha solicitado consultas urgentes para intentar salvar el acuerdo.

Magnicharters, de pena
Pero el tomate no es un caso aislado. Se suma a una serie de fricciones crecientes en el marco del T-MEC: desde el maíz transgénico hasta la energía eléctrica. Aunque México ha sido cuidadoso para evitar tensar la relación, el patrón comienza a parecerse a una rendija estructural en la arquitectura comercial entre ambos países.
Hay que elegir bien las batallas. Con un negociador como Trump en la Casa Blanca —cuyo motivador principal es ganar toda negociación sin importar el costo— México necesita priorizar. Sectores como el automotriz y el agroexportador (especialmente el tomate) no pueden dejarse caer. Una línea muy tenue entre la sumisión y ser estratégico en cuándo subirse al ring.
México debe actuar con inteligencia y firmeza. Recuperar el acuerdo comercial del tomate es crucial para proteger a uno de los sectores más dinámicos. No actuar oportunamente vulneraría a otros sectores que pudieran estar en la mira de Trump. Además, hay que aprovechar la coyuntura: diversificar los destinos de exportación agropecuaria debe convertirse en prioridad estratégica. Asia y otros mercados emergentes ofrecen opciones que podrían amortiguar futuros choques.
Cualquier movimiento mal calculado por parte de México puede ser usado como excusa perfecta para que Donald Trump —en su segundo mandato— exija una renegociación del T-MEC. Éste es el juego de Trump, en el que, si gana, es el negociador experto, y si pierde, le da pie para emprender la renegociación. Hasta el momento, Sheinbaum ha optado por la jugada de halcón-paloma y ha concedido lo que Trump desea para salvaguardar el comercio. No obstante, ceder en todo también nos vuelve un blanco fácil, cuando no es necesario, ya que ellos también pierden con cada ataque. En este juego, no hay que aspirar a ganar, sino a permanecer en el tablero.

