VIÑETAS LATINOAMERICANAS

Francisco y el desastre

Rafael Rojas. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón Foto: larazondemexico

El pontificado de Jorge Mario Bergoglio, jesuita argentino que vivió en Buenos Aires la última dictadura militar y la transición a la democracia, será recordado como el primero del siglo XXI en que la Iglesia católica abrió los ojos a las grandes amenazas de nuestro tiempo: las guerras, el ecocidio, el machismo, la xenofobia, el racismo y la multiplicidad de formas de violencia que amenazan la convivencia humana.

El Papa tuvo una palabra o una frase para cada una de esas amenazas. Condenó las políticas antiimigrantes emprendidas por los nuevos gobiernos xenofóbicos en Europa y Estados Unidos. Llamó a las grandes potencias, incluida a China y a Rusia, a poner un alto al frenesí extractivista que está acabando con los recursos naturales en todo el mundo. Exigió el fin de las guerras en Ucrania y en la franja de Gaza.

Fue muy cuidadoso el Papa en privilegiar el diálogo con los jóvenes. No lo hizo descalificando el mundo de las nuevas tecnologías, como era común, todavía, en el clero católico de principios del siglo XX, sino llamando a interactuar en las redes desde valores de solidaridad y compromiso con los más pobres y desfavorecidos.

Con frecuencia decía, “recen por mí”, en un intento de allanar el diálogo con la cúpula de la Iglesia católica. A los jóvenes les repetía: “Estoy con ustedes, no tengan miedo”, como una suerte de desafío a la creciente y multiforme violencia que invade las comunidades juveniles en cualquier ciudad del mundo.

El Papa Francisco deja una Iglesia que, doctrinalmente, no ha cambiado mucho. Varias de las reformas conceptuales promovidas por el Concilio Vaticano II, entre 1962 y 1965, en tiempos de Juan XXIII, se han mantenido paralizadas por más de seis décadas. Cuando inició su pontificado, Francisco parecía decidido a avanzar en una reforma doctrinal, pero debió conformarse con un discurso o una gestualidad de cambio, claramente reflejados en su carisma y su popularidad.

Cuando Bergoglio llegó a Roma, Estados Unidos estaba gobernado por Barack Obama, Vladimir Putin no había invadido Crimea y Viktor Orbán se reunía con Angela Merkel. Durante su pontificado, el deterioro de la convivencia mundial ha sido aceleradísimo y tremendamente peligroso. Hoy hay dos guerras militares en curso y una tercera, comercial, que, con China como blanco, puede trastocar el orbe en pocos días.

La tensión nuclear latente con Irán y Corea del Norte podría descontrolarse en cualquier momento. En América Latina, su propia región, que siguió muy de cerca durante su pontificado, las fracturas se ahondan, como consecuencia de nuevos autoritarismos de izquierda o derecha, decididos a desconocer las normas democráticas.

En tiempos de Francisco murieron Hugo Chávez y Fidel Castro, se atornillaron al poder Nicolás Maduro y Daniel Ortega, Cuba ha tocado fondo en su crisis económica y migratoria, y nuevos liderazgos de derecha, alineados con Trump, como los de Milei, Bukele y Noboa han surgido en una región ya no tan pacífica.

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