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La intervención que no necesitamos

Antonio Michel Guardiola. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón Foto: larazondemexico

Donald Trump recientemente anunció lo que ha prometido varias veces: enviar tropas a México para “aniquilar” a los cárteles. La Presidenta Claudia Sheinbaum respondió con firmeza que México no aceptará violaciones a su soberanía. Sin embargo, mucha gente, tanto en el gobierno como en los grupos de poder del país, consideran que la presencia militar estadounidense en suelo mexicano sería pertinente. ¿México necesita la intervención por parte de Estados Unidos?

Trump se ha caracterizado por alardear y amenazar sin necesariamente atacar en este tema. Lo hizo desde su primer gobierno. El problema es que ahora encuentra eco en varios círculos de Washington donde se discute abiertamente como una “estrategia necesaria”. Lo que antes era retórica incendiaria, hoy está en la mesa de seguridad nacional.

La historia demuestra que dicha decisión no traería los resultados esperados. El gobierno de EU ha intervenido militar y políticamente en otros países y ha fracasado en establecer un régimen democrático duradero. Es casi imposible erradicar un problema de base sin extraer la raíz.

En cuanto a intervenciones militares, hay un precedente claro: en 1916, el general John J. Pershing cruzó la frontera con 10 mil soldados para capturar a Pancho Villa. Fracasó. Un siglo después, los cárteles son más complejos, más fragmentados y mejor armados. Una intervención militar sería ilegal, costosa y, sobre todo, ineficaz.

Trump no está planteando una política exterior coherente; está imponiendo una lógica de fuerza, porque su objetivo real no es resolver el problema que comparten los vecinos. Él busca ganar una negociación de forma coercitiva y generar una historia atractiva para la base que le dio la victoria. Su imagen es su legado, y él quiere trascender como el presidente que no fue doblegado. Desde su discurso, México es una fuente de amenazas —drogas, migrantes, crimen— que debe ser contenida, no negociada. Una intervención militar respaldaría dicha narrativa y le ganaría popularidad.

Por su lado, Sheinbaum respondió con dignidad, pero enfrenta un dilema real. La presencia del crimen organizado en amplias regiones del país debilita cualquier reclamo de autoridad. Mientras el Estado mexicano no demuestre control efectivo de su territorio, los llamados a la intervención seguirán ganando tracción.

Rechazar la intromisión no significa negar la crisis. México necesita resultados en seguridad: contención del narco, justicia local funcional y una estrategia clara de coordinación binacional. Pero esto no se logra con desplantes ni con sumisión. Se logra con inteligencia, firmeza y reconstrucción institucional.

La relación bilateral enfrenta un punto crítico. Trump actúa desde el ego y la sed de validación; Sheinbaum, desde un país que defiende su soberanía, mientras ajusta su estrategia de seguridad. México no es una amenaza, pero sí un socio indispensable. Defender la soberanía no basta: hay que sostenerla con resultados.

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