La velocidad de los acontecimientos es tal que resulta difícil detenerse a pensar en cada uno de los pactos transformadores que el presidente Trump ha firmado en los últimos días y que revolucionarán por completo el Medio Oriente. La absoluta falta de respeto por normas, costumbres, aliados, la opinión pública, y su personalidad volátil e impulsiva, le han otorgado un poder sin igual —pues nadie sabe de qué es capaz el presidente Trump—. A veces, Trump usa esta arma para someter a aliados y enemigos que, de otra forma, no le harían concesiones.
Por ejemplo, en un acto sin precedentes, su gobierno se saltó a Israel para negociar directamente con Hamas la liberación del rehén estadounidense Edan Alexander. Este fue un mensaje claro para Netanyahu y su gobierno: el presidente quiere acabar con esta guerra, y si ustedes no están dispuestos a hacerlo, no teme en negociar directamente con los terroristas de Hamas y con los países de la región una tregua. Casi el 80 por ciento del pueblo israelí apoya el cese de la guerra a cambio de la liberación de los rehenes. Netanyahu, que trata de proteger a su gobierno de ultraderecha, ha decidido nadar contra la marea y continuar. Trump perdió la paciencia y está decidido a forzar a Netanyahu a poner fin a esta tragedia.
En otras ocasiones, sin embargo, Trump usa este poder para firmar acuerdos que lo benefician personalmente, como es el caso del acuerdo con el reino de Qatar, que le regaló al presidente un avión de 400 millones de dólares, y los acuerdos comerciales con Arabia Saudita y los Emiratos. Sin embargo, estos pactos son revolucionarios no por la corrupción y los intereses económicos detrás, sino porque otorgan, entre otras cosas, armamento de punta a estos países y, en el caso de Arabia Saudita, carta blanca para iniciar un programa nuclear civil. Trump acaba de armar hasta los dientes a la región más volátil del mundo, además de legitimar al reino de Qatar, principal financiador del grupo terrorista Hamas.

Que ésa sí refinaba
Esta reconfiguración pudo haber sido distinta si Netanyahu no hubiera rechazado una oportunidad histórica. El presidente Biden, y luego Trump, le ofrecieron un acuerdo en donde, a cambio del fin de la guerra y pláticas sobre el futuro de un Estado palestino, Arabia Saudita normalizaría relaciones con Israel, creando un bloque estratégico contra Irán. Israel no sólo perdió esta oportunidad, sino que ahora se enfrenta a la posibilidad de una Arabia Saudita nuclear. Por si esto no fuera poco, Trump está a punto de firmar un acuerdo con Irán —país que estaba bajo las cuerdas— y decidió levantar todas las sanciones contra el nuevo régimen de Siria.
Es pronto para saber cómo estos cambios reconfigurarán la región. Lo cierto es que estamos ante un nuevo Medio Oriente.
