No estoy a favor de las drogas, pero sí de la libertad para que cada quien decida, asumiendo el riesgo y la responsabilidad, si las produce, ofrece y vende, si las demanda, compra y consume. Y estoy a favor por motivos de principio y por razones de ineficacia.
Con relación a los principios mi punto de vista es el del liberalismo, entendido, no como una ideología (una idea preconcebida de cómo debe organizarse la sociedad y de cómo deben comportarse las personas para, por las buenas o las malas, conseguirlo), sino como un principio de conducta: “Respetando los derechos de los demás, y asumiendo el riesgo y la responsabilidad, haz lo que quieras”. Con relación a los principios mi punto de vista es el del liberalismo.
En lo relacionado con la ineficacia mi punto de vista es el del Análisis Económico del Derecho (que no hay que confundir con el análisis del derecho económico), partiendo de esta pregunta: “¿Cuáles pueden ser las consecuencias de una ley una vez promulgada?”, mismas que no tienen que ser, necesariamente, las deseadas por los legisladores, porque entre la promulgación de la ley y su observancia está la libertad de cada quien para decidir si la obedece o no, y qué bueno que así sea porque, si no, los legisladores serían capaces de predeterminar, a su antojo, la conducta humana.
Aclarado lo anterior, empiezo a explicar por qué, por motivos de principio, estoy a favor de la libertad para que cada quien decida si produce, ofrece y vende drogas, si las demanda, compra y consume, principio que tiene que ver con la justicia y, por ello, con la ética.
La justicia es la virtud por la cual respetamos lo derechos de los demás a la vida, la libertad individual y la propiedad privada, siempre y cuando el ejercicio de la libertad y el uso de la propiedad (el ejercicio de la libertad siempre involucra el uso de alguna propiedad), no violen derechos de terceros. Sólo las conductas que violan derechos (injustas, delictivas por su propia naturaleza, criminales), deben prohibirse y castigarse.
Quienes producen, ofrecen y venden drogas, y quienes las demandan, compran y consumen, ¿violan derechos de terceros? No. Quienes las venden proveen productos cuyo consumo hace daño, lo cual, mientras no obliguen a terceros a consumirlos, no viola derechos. Y quienes las consumen se hacen daño a sí mismos, pero tampoco violan derechos. La producción, oferta y venta de drogas, y su demanda, compra y consumo, son actividades éticamente reprobables, vicios, pero no delictivas por su propia naturaleza, crímenes, razón por la cual, por más buenas que sean las intenciones, que no se produzcan y consuman sustancias dañinas (malo) y adictivas (peor), no deben prohibirse y castigarse.
Ni la producción ni el consumo de drogas violan derechos de terceros, por más que, sobre todo su consumo, sí ocasione daños morales a otras personas, como el que el hijo drogadicto le causa a sus padres, daños morales que no implican la violación de derechos, razón por la cual no deben prohibirse y castigarse. Los padres, ¿tenemos el derecho de que nuestros hijos no se droguen, por lo que nuestros hijos tienen la obligación de no hacerlo? No, los padres tenemos el interés de que nuestros hijos no consuman drogas, pero no el derecho, y nuestros hijos deberían tener el interés, en beneficio propio, de no consumirlas.
Continuará.