BRÚJULA ECONÓMICA

Se confirma desaceleración

Arturo Vieyra<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>&nbsp;<br>
Arturo Vieyra*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.  Foto: larazondemexico

A partir de los indicadores recientes y oportunos de la actividad económica en México, así como de las expectativas de los principales analistas financieros del país, se perfila un escenario de estancamiento económico para el presente año, el cual contrasta con el optimismo implícito en la proyección oficial sobre el crecimiento económico.

En este contexto, los resultados publicados por el Inegi, correspondientes al Indicador Oportuno de la Actividad Económica (IOAE) para los meses de marzo y abril, revelan que, tras el crecimiento de 1% en la economía durante el mes de febrero, se prevé una debilidad productiva sostenida en ambos meses subsecuentes. En particular, se anticipa una contracción de 0.2% en marzo respecto al mes anterior, así como un crecimiento prácticamente nulo en abril.

De confirmarse estas estimaciones, se corroboraría que la economía mexicana experimentó un incremento del Producto Interno Bruto (PIB) de tan solo 0.2% en el primer trimestre en comparación con el periodo previo, reflejando una persistente debilidad en abril. Cabe destacar que tanto la industria como los servicios (que representan el 96% de la producción nacional) redujeron su producción a una tasa mensual de 0.1% en cada sector.

Estos resultados son consistentes con la debilidad observada en otros indicadores relevantes, como el empleo formal, el empleo total reportado por la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, las ventas en establecimientos comerciales (ANTAD e INEGI), las importaciones de bienes de consumo, los indicadores de la industria de la construcción y la confianza del productor, entre otros.

La cuestión no es si estamos o no en una “recesión técnica”, pues, dada la coyuntura actual, esa discusión resulta irrelevante. Lo esencial radica en que la economía mexicana atraviesa una desaceleración económica significativa, la cual, de acuerdo con las proyecciones de analistas y la propia, se traducirá en un año perdido en términos de crecimiento, con repercusiones negativas sobre el bienestar social y, posiblemente, un impacto en la capacidad de expansión económica en los años venideros.

Las condiciones externas e internas son, en efecto, adversas y no proporcionan un impulso sustancial a la producción nacional. Las amenazas arancelarias del presidente Trump, su retórica para reconfigurar el orden comercial mundial, la contracción del gasto público en el sector de la construcción, y la desaceleración de la economía estadounidense, son factores que han incrementado la incertidumbre en torno a la inversión privada, la cual permanece estancada en un largo impasse, sin perspectivas de recuperación a corto plazo. Además, la política fiscal presenta un sesgo contractivo y, de acuerdo con el nivel de subejercicio, incluso se observa cierta ineficiencia.

En contraposición, un factor que podría mitigar parcialmente este entorno negativo es la política de relajación monetaria adoptada por el Banco de México. A pesar de que la tasa de interés de referencia se ha reducido en 150 puntos base hasta la fecha, la postura monetaria sigue siendo restrictiva. No obstante, dada la estabilidad de la inflación, que se mantiene por debajo del 4%, podría esperarse una aceleración en la reducción de los rendimientos hasta niveles de entre 7% y 7.5% al cierre del año, lo cual contribuiría al respaldo de la economía real.

A pesar de las crecientes dificultades y riesgos para la economía mexicana, resulta sorprendente que, en algunos círculos oficiales, la discusión se centre en demostrar que no estamos en recesión, en lugar de enfocarse en identificar soluciones efectivas que permitan recuperar con urgencia la senda de crecimiento.

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