El crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) durante el primer trimestre de 2025 evidenció una marcada desaceleración en la actividad económica, al registrar una expansión interanual de apenas 0.6%. Las estadísticas más recientes sobre la demanda interna confirman que esta debilidad estructural proviene, en gran medida, de la pérdida de dinamismo tanto del consumo privado como de la inversión fija bruta, los cuales en conjunto representan más del 75% del PIB.
En particular, el consumo de los hogares mostró una contracción preocupante, al disminuir cerca del 1% en comparación con el mismo periodo del año anterior. Esta evolución adversa se explica por diversos factores coyunturales que han limitado la capacidad de gasto de las familias.
Primero, se ha observado una desaceleración significativa en la generación de empleo. Durante el primer trimestre sólo se crearon 176 mil nuevos puestos de trabajo formales, lo que refleja una menor capacidad del mercado laboral para absorber mano de obra. En segundo lugar, si bien la inflación general se ha mantenido relativamente contenida, los precios de los alimentos continúan creciendo a una tasa superior al promedio, lo cual erosiona el poder adquisitivo real, especialmente entre los sectores más vulnerables, y reconfigura la estructura del consumo hacia bienes de primera necesidad. Tercero, las remesas familiares —una fuente crítica de ingreso para millones de hogares— mostraron un crecimiento marginal de apenas 1.2% en el periodo, significativamente inferior al ritmo observado en trimestres anteriores.
Los datos disponibles para abril no indican una mejora en estos indicadores clave del consumo. Al contrario, la debilidad se ha acentuado: la creación de empleo se redujo drásticamente a sólo 43.5 mil plazas; las remesas experimentaron una contracción del -12%, posiblemente influida por amenazas relacionadas con la imposición de gravámenes y políticas migratorias restrictivas; y la inflación superó el umbral del 4%, impulsada principalmente por el alza en los precios agropecuarios. Este entorno sugiere que la debilidad del consumo privado persistirá en el segundo trimestre del año. Si bien podría observarse una recuperación moderada en la segunda mitad del año, estimaciones propias anticipan un crecimiento anual del consumo inferior al 1%.
En cuanto a la inversión fija bruta —el segundo componente clave de la demanda interna—, los resultados también han sido desfavorables. En marzo se reportó una caída interanual del -4.7%, y para el primer trimestre en su conjunto la contracción fue de -4.9%. Salvo por el segmento de la construcción residencial, que ha mostrado una recuperación sostenida, el resto de los rubros, particularmente el gasto en maquinaria y equipo, así como en construcción no residencial, continúa registrando un deterioro significativo.
Diversos factores han contribuido a esta parálisis en la inversión productiva: la imposición de aranceles y la incertidumbre que estos generan, la reducción del gasto público y, en términos generales, la disminución de las expectativas de crecimiento económico. Esta combinación de elementos ha inducido una prolongada postergación en las decisiones de inversión, afectando no sólo la expansión actual de la economía, sino también su capacidad productiva de largo plazo.
Aunque una parte relevante de esta desaceleración obedece a factores externos, se hace urgente una respuesta decidida y eficaz por parte del gobierno mexicano. Es imperativo generar un entorno de mayor certidumbre mediante políticas fiscales eficientes y de ejecución ágil, que complementen la actual estrategia de relajación monetaria del Banco de México. Sólo así será posible reactivar la inversión privada —nacional y extranjera— y evitar la pérdida de otro año de crecimiento económico, como parece ser el caso de 2025.
