SOMOS TANTOS y vivimos tan cerca (...). Esta proximidad no sólo es geográfica, sino que se da, sobre todo, en el mundo digital. Ahí coinciden personas que viven a miles de kilómetros unas de otras y, sin embargo, sienten como si estuvieran encerradas en una sofocante habitación sin ventanas
La gente siempre ha tenido opiniones encontradas acerca de los mismos asuntos. No es nuevo aquello de que uno crea uno cosa y el otro crea lo contrario. La convivencia humana nunca ha sido fácil, lo sabemos. Cuando las diferencias se vuelven extremas, cualquier chispa puede provocar la conflagración.
Lo que sí parece ser nuevo es que las diferencias generen tanta división social por todos lados a la vez. El mundo se ha hecho más pequeño. Antes era posible que los que pensaban diferente vivieran muy lejos unos de los otros. No había convivencia, ni siquiera cercanía, y eso permitía que cada uno viviera en una paz relativa en propio terruño. Ahora eso es casi imposible. Somos tantos y vivimos tan cerca unos de otros que no podemos dejar de vernos las caras. Esta proximidad no sólo es geográfica, sino que se da, sobre todo, en el mundo digital. Ahí coinciden personas que viven a miles de kilómetros unas de otras y, sin embargo, sienten como si todas estuvieran encerradas en una sofocante habitación sin ventanas.

Gestores bateados
A lo largo de la historia se han planteado, al menos, cinco alternativas a la polarización social. No está de más que las repasemos.
1.- El amor al prójimo.
La primera respuesta es la más revolucionaria de todas. La formulación más impresionante, más extrema, más provocadora de esta solución la planteó Jesucristo en el Sermón de la Montaña. Así dijo: “Habéis oído: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan”. Si los dos bandos cambiaran sus corazones, el amor podrá construir una nueva realidad de armonía.
2.- El diálogo racional para llegar al consenso.
Si la primera respuesta se basa en el poder del corazón humano, la segunda se basa en el poder de la razón humana. Lo que la filosofía moderna propuso es que, si escuchamos al otro con atención y entendemos sus motivaciones, podremos entablar un diálogo fundado en razones que nos permitirá encontrar el punto medio, el acuerdo negociado, entre las dos posiciones encontradas.
3.- La tolerancia de las diferencias.
La primera y la segunda respuesta asumen que es posible disolver el conflicto, ya sea por el corazón o por la razón. La tercera respuesta se conforma con que se encuentre una manera de vivir en paz, a pesar de que las diferencias sigan existiendo. Un problema con esta opción es que, si no se hace nada para construir puentes, la distancia entre las partes se hace cada vez más grande. Llega un momento en que la tolerancia encuentra su límite.
4.- La unión frente a un enemigo común.
La cuarta respuesta no confía en la tolerancia y busca un factor en común que provenga de afuera. Se trata de una especie de tregua en la que todos van juntos en contra de una amenaza compartida. Un problema con esta solución es que en cuanto el enemigo común es derrotado, se vuelve a caer en la división previa. Y si el enemigo es el que resulta vencedor, la división se vuelve más aguda, ya que se hacen recriminaciones.
5.- La eliminación del oponente.
La quinta respuesta asume el fracaso de todas las demás. La solución que ofrece es radical, pero se supone que es la única completa. Al oponente se le puede eliminar de varias maneras. Una de ellas es obligarlo a guardar silencio, otra es ignorarlo como si no existiera, otra es encerrarlo en una prisión o en un campo de concentración, otra es expulsarlo de la comunidad. La solución definitiva, la que se precipita en el abismo de la historia, es matar al que piensa distinto.
Si uno observa la realidad contemporánea parece que la última opción es la que está prevaleciendo, como si los seres humanos se hubiesen cansado, muy pronto, de intentar la primera y la segunda e incluso la tercera respuesta. Esto lo vemos, en alguna medida, por todas partes, en México, en Estados Unidos, en Ucrania, en Gaza.
¿Es mucho pedir que ordenemos nuestra existencia de acuerdo con el corazón y la razón? ¿Estamos condenados a volver a las oscuras cavernas?
