Al poderoso exsubsecretario de Salud durante el sexenio de AMLO, Hugo López-Gatell, lo olvidamos por sanidad mental.
El zar de México para la pandemia de Covid-19 acumuló repudio social por su arrogancia, por la insultante pedagogía que nos recetó durante la peor crisis de salud pública del mundo en décadas.
Para López-Gatell fueron las tardeadas desde Palacio Nacional, desde el mismo púlpito presidencial, el singular científico desdeñó el uso de tapabocas, acusó de golpistas a quienes demandaban atención y medicamentos, rechazó los datos que venían desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) y jugó con la narrativa oficial.
Fue comparsa hasta la ignominia de su jefe que esgrimía como escudo contra el mortífero coronavirus, la estirpe de los pueblos originarios de estos lares.
Así fue y así nos fue. Cifra negra de muertes por Covid-19, acciones reactivas, improvisación en políticas públicas, mentiras contumaces que sostuvo a base de chascarrillos.
La entonces Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, científica sobria y estadista responsable, difirió públicamente de las chabacanerías del zar anti Covid-19. Su transparente animadversión gravitó alrededor del uso o no de cubrebocas como la mandataba la OMS.
Sheinbaum se “rebeló” en contra de Gatell cuidando no discrepar con AMLO. La mandataria capitalina impuso el uso obligatorio del insumo en la vía pública. Sólo 5 meses más tarde, en agosto del 2020, Hugo López se colocó el paño azul sobre la cara.
Pero, como en la 4T emérita, “amor con amor se paga”, y más si lo abyecto del funcionario logra sortear ante sí mismo y ante la sociedad, argumentos y justificaciones tan letales. Y tan impunes. Los delirios de Gatell produjeron alucinaciones electorales, ya se veía gobernando el país o de perdida su capital, con bata blanca manchada de muertes que pudieron evitarse si sus disparates no hubiesen tenido charola de Palacio Nacional.
Claro que Gatell no logró postularse oficialmente ni para jefe de manzana. No transitaba en el imaginario del pueblo bueno y vulnerado. Pero eso nada importa en la política a los de la 4T recargada.
La Presidenta Sheinbaum designó a López-Gatell nuevo —porque no han existido— representante de México ante la OMS con sede en Ginebra, Suiza. Lo reivindicó. La absolución pública es la culminación de un deseo del expresidente López Obrador.
Gatell no requiere popularidad ni empatía con la nueva mandamás de Palacio Nacional. En la plenitud del poder México distingue a un impresentable. Basta un ejercicio de memoria para saber cómo es que ahora, el satanizado galeno sonríe. Ni nos ve, ni escucha. Sólo a quien debe.
Nueva austeridad
Ayer el presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, precisó que las críticas personales, en contra suya o de otros correligionarios de la Cámara alta por su proclividad a lujos y comodidades, es incorrecta. Predicar la austeridad del régimen ya no implica asumirla a título personal. Tome nota.