La boda de Jeff Bezos en Venecia fue un suceso apoteósico que todavía está dando de qué hablar y que merece unas líneas de reflexión por su impacto y significado global. Estamos hablando de Venecia, una ciudad entera que es patrimonio de la humanidad y en la que viven miles de personas que fueron ignoradas para convertirla en un salón de fiestas privado. Es la muestra más brutal de cómo el dinero puede pasar por encima de los derechos y las voluntades de las personas de a pie y de los intereses de la humanidad.
Desde 1987 Venecia fue declarada por la UNESCO patrimonio de la humanidad por su historia, arqueología, y diseño urbano y artístico único, además de sus tradiciones culturales integradas a su particular paisaje natural. Sus canales, sus góndolas, sus edificios y su catedral… todo un conjunto único y excepcional que fue protegido para preservarlo para el goce de la humanidad y no para el capricho de un billonario.
Venecia necesita ser protegida no sólo por su importancia cultural, sino por su fragilidad. Su laguna y canales están en peligro por la pesca ilegal, la erosión y la contaminación que el turismo desmedido ha traído consigo. Su población ha disminuido drásticamente, lo que afecta la sustentabilidad de la ciudad. Además de que los últimos años se han repetido inundaciones que reflejan cambios en la estabilidad del clima y del nivel del mar que ponen en gran peligro la preservación de este enclave mágico que es único en el mundo. Si alguna ciudad tendría que ser observada y cerrada a los caprichos particulares, es Venecia.
Sin embargo y a pesar de estas razones y de las manifestaciones de los venecianos que se cansaron de portar carteles con la leyenda “Venecia no se vende”, Venecia se vendió. Se habla de tres millones de euros que Bezos habría “donado” a la ciudad de Venecia como agradecimiento por dejarle hacer su boda en ella. Tres millones al menos, porque seguramente hubo otras dádivas y “propinas” no registradas para personajes clave dentro y fuera de Italia. Tres millones que no son nada para un hombre que ha hecho una fortuna inimaginable gracias a todos nosotros y que por momentos se acerca a prácticas monopólicas y a lagunas legales internacionales al montar un negocio global que es famoso por sus salarios de hambre y condiciones laborales degradantes.
Siempre ha existido el abuso de poder y la violación permitida de las leyes. Sin embargo, es preocupante que hoy en día se haga sin asomo de vergüenza y en un espectáculo que a todas luces grita “yo no soy como ustedes y no me rijo por ninguna de sus leyes”. Es tirarnos a la cara la indefensión en la que vivimos ante la conjunción del dinero y el poder. Es el fracaso y la muerte de los ideales de la democracia global.

