Los partidarios de Israel dirán que para acabar con la hambruna Hamas debe entregar las armas, rendirse y liberar a los rehenes. Sus detractores culparán enteramente a Israel por la crisis humanitaria en Gaza y exigirán el fin inmediato del conflicto.
Sin embargo, si lo que buscan no son soluciones mágicas, sino entender qué está ocurriendo en Gaza, por qué hay hambre y cómo podemos detener esta crisis incluso en medio de la guerra, los invito a seguir leyendo.
Lo primero que hay que entender es que Israel controla todas las fronteras de Gaza, incluso la de Egipto. ¿Por qué? Durante los años de relativa calma, el grupo terrorista Hamas construyó una red de cientos de túneles subterráneos en la frontera con Egipto, por donde, con financiamiento de Qatar y apoyo de Irán, logró introducir de contrabando toneladas de armas y materiales para construir un arsenal de miles de cohetes con los que atacó a Israel. Desde el inicio de la guerra, detener el tráfico de bienes militares y de personas se convirtió en uno de los objetivos principales de Israel.

Magnicharters, de pena
Esto no significa que no haya entrado ayuda humanitaria en Gaza durante la guerra. De hecho, hasta el último alto al fuego, la ONU y otras organizaciones internacionales distribuyeron alimentos y medicinas. Israel, sin embargo, trató desde el comienzo del conflicto de expulsar a la UNRWA —la agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos— tras descubrir que decenas de sus trabajadores estaban afiliados a Hamas.
Además, Israel buscaba frenar el tráfico ilegal de bienes, ya que grupos armados, a veces Hamas, a veces bandas criminales, asaltaban los camiones para revender su contenido.
En lugar de formar una coalición internacional liderada por países árabes para resolver estos problemas, Israel decidió delegar la distribución de ayuda a la Gaza Humanitarian Foundation, una empresa privada creada de la nada por exsoldados estadounidenses. A pesar de que la GHF ha entregado millones de comidas, el proyecto fracasó por dos razones. La primera: en lugar de hacer llegar la comida a la población, son las personas quienes deben caminar kilómetros para recogerla. Esto no sólo es ineficiente y provoca aglomeraciones violentas, sino que tampoco evita el robo. Quienes van por la comida, como puede verse en los videos que circulan, son en su mayoría hombres jóvenes, muchos de ellos miembros de bandas que luego revenden los productos. La segunda razón del fracaso es más simple: la GHF no tiene la capacidad logística para abastecer a toda la población.
Algunos argumentan que las agencias internacionales han fallado en la distribución de la ayuda. Es cierto que hay toneladas de alimentos detenidas en la frontera. Sin embargo, la política del actual gobierno de extrema derecha en Israel, que se ha negado a proteger los convoyes humanitarios, ha hecho prácticamente imposible su entrega. No se trata de que el ejército israelí ataque los camiones, ni de que deban entrar en zonas activas de combate, sino de que pequeñas milicias, Hamas y civiles hambrientos asaltan los convoyes. Sólo el ejército israelí tiene la capacidad de protegerlos.
A mediano plazo, sólo un alto al fuego y la intervención de una coalición internacional podrán frenar la hambruna. Pero en el corto plazo hay mucho que hacer. Primero, Israel debe crear corredores humanitarios. Segundo, la forma más efectiva de evitar el robo y el mercado negro no es repartir materia prima, sino cocinar y distribuir la comida preparada. La organización World Central Kitchen, dirigida por el reconocido chef José Andrés, tiene la capacidad de hacerlo.

