Ismael El Mayo Zambada es para la DEA el más grande narco mexicano de todos los tiempos. Al declararse culpable ante el juez Brian Cogan, en Brooklin, Nueva York, el capo admitió haber dirigido una empresa criminal durante 50 años, en medio siglo estima y acepta haber traficado mil 500 toneladas de drogas y asume que le van a confiscar 15 mil millones de dólares en activos.
La fortuna de El Mayo no está en contante y sonante. Es probable que esté en negocios que hoy lucen legales. Por valor, esos 15 mil millones de dólares bien podrían incluir algunos bancos enteros, no de los grandes, pero sí de la liga de expansión en el sistema financiero nacional.
La fiscal general de Estados Unidos, Pamela Bondi, sentenció que el delincuente mexicano, que vivió como rey, terminará sus días en una celda, made in U.S.A.
Para Bondi, la DEA y el FBI, la caída de Zambada, la entrega pactada de los hijos de Joaquín Guzmán y más de medio centenar de narcos exportados por el gobierno de Claudia Sheinbaum sin que mediara arancel judicial alguno, es mérito y fruto de su trabajo, de sus métodos de inteligencia y sí, también de la colaboración —en secundario papel— del Gobierno mexicano.
Acá la narrativa oficial se apuró a resaltar que, para el jefe de la DEA, Chapos, Mayos y Genaro García Luna, son lo mismo. Igual de narcos, igual de nuestros.
Aunque eso no dijo el señor Terry Cole, él mencionó que, para atrapar a El Mayo Zambada, siguieron métodos similares a los que usaron para acabar con García Luna.
Una licencia literaria del Gobierno mexicano. Acomodar la realidad a su hilo de villanos funcionales.
Ante el revuelo en México por el video autoincriminatorio del senador Fernández Noroña desde su casa en Tepoztlán, Morelos, la Presidenta preguntó en su mañanera: ¿Qué es más importante, la casa hipotecada de 12 millones de pesos del morenista presidente de la Mesa Directiva del Senado, o que, para Estados Unidos, García Luna esté del vuelo de los compadres sinaloenses más temibles de la historia?
A flote en redes sociales salen videos de Gerardo Fernández Noroña que datan apenas de 2021 cuando decía no tener dinero suficiente para comprar casa. Otros más antiguos vendiendo libros para subsistir.
Ahora se defiende, desde otros aires y otra grandeza, afirmando que la casa de 12 millones la está pagando con su ingreso como senador y la monetización de su canal de YouTube.
Por cierto, AMLO, el austero líder y prócer de la 4T, nunca operó para monetizar sus redes sociales, y mire que lo habrían vuelto rico. Fuera por pudor juarista o por mal cálculo, esas prédicas de vivir con 200 pesos y un par de zapatos, son historia.
Y para los prósperos políticos de su movimiento, incluido su menor hijo homónimo, también, cosa de risa.