FRONTERA DE PALABRAS

Día Internacional de la Paz

Mauricio Leyva. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón Foto: *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.

Cuando se sigue el doloroso camino de las armas,

pueblos enteros quedan desfigurados y desgarrados por el odio.

El Papa Francisco

La Organización de las Naciones Unidas conmemoró el 21 de septiembre el Día Internacional de la Paz bajo la leyenda “2025: Actúa ahora por un mundo pacífico”. El llamado a sumarse a esta conmemoración encontró respuesta en casi todo el mundo. La Secretaria General, llamó a la reflexión en los siguientes términos:

Vivimos tiempos de turbulencias, agitación e incertidumbre, por lo que es fundamental que todos emprendamos acciones concretas para movilizarnos en favor de la paz. Todas las personas tenemos un papel que desempeñar, desde las fuerzas de mantenimiento de la paz en primera línea de conflicto hasta los miembros de la comunidad y los estudiantes en las aulas de todo el mundo. Debemos alzar la voz contra la violencia, el odio, la discriminación y la desigualdad, practicar el respeto y abrazar la diversidad de nuestro mundo

La Paz es una construcción social a la que debemos anhelar como humanidad, sin embargo, existen escaldas de agresión en lugares como la India, al mismo tiempo que, en Cataluña, la inconformidad de los catalanes crece en contra del gobierno español por las subvenciones que reciben los musulmanes procedentes de Marruecos. Estos problemas solamente se suman a los muchos que ya existen como la guerra entre Ucrania y Rusia, el enfrentamiento entre Israel y Palestina, los más de 35 conflictos en África (entre ellos el de Somalia y Sudán) así como los existentes en los pueblos árabes; la crisis política de Haití, las dictaduras de Venezuela, Cuba y Nicaragua que tienen a sus países sumidos en profundas crisis sociales lo mismo que las crisis humanitarias y migratorias generadas por Estados Unidos de Norteamérica, invariablemente nos hacen cuestionarnos sobre nuestra verdadera vocación humana, no en la convención individual sino en la convención política y social porque si bien es cierto que, nuestra composición colectiva es un mosaico que en su mayoría se estructura con ciudadanos que desean y propician el bienestar común, tan bien lo es que, en gran medida el contrapeso negativo, bárbaro y salvaje impera en el día a día.

Por donde quiera hallamos gobiernos que invierten más en armas que en el desarrollo educativo, económico y cultural de sus pueblos. La pregunta de siempre es ¿hasta cuándo los responsables de nuestros gobiernos van a dejar de pensar en la ganancia y el poder? porque el asunto de la Guerra, lo sabemos todos, es el de la ganancia y el del poder en el que, como decía Erich Hartman: La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian se matan entre sí, por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan. Esa ganancia y ese poder cambian de rostro y de forma y por mucho que se quiera cubrir el sol con un dedo, el hecho de que no haya bombas atómicas o una declaratoria de guerra a la vieja usanza del protocolo, no significa que no exista alguna como lo es el caso de la guerra contra el narcotráfico cuyo presencia en varios países del mundo y en el nuestro, ha causado desplazamientos de comunidades enteras, muertos, desaparecidos y una descomposición social que ha impactado en varias generaciones. De allí la apuesta a una humanidad más consciente y comprometida porque, o cambiamos o seremos los artífices de nuestra propia extinción.

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