En el mundo de la fotografía mexicana, pocos nombres tienen la fuerza y el reconocimiento de Uriel Santana, un artista que ha sabido trascender el retrato convencional para capturar no sólo la imagen, sino el alma de quienes posan frente a su lente.
Con 25 años de trayectoria, Santana celebra una carrera marcada por disciplina, sensibilidad y una lista interminable de celebridades que han confiado en su lente. Desde su primer encuentro con la gran diva Silvia Pinal, que se convirtió en un parteaguas para su carrera, ha fotografiado a grandes figuras del espectáculo.
Hoy, en el marco de este aniversario, presenta la exposición “Las formas del alma”, una serie de retratos íntimos de personalidades que aceptaron despojarse, literal y metafóricamente, para mostrar lo más profundo de sí mismos. Lejos de la moda o la publicidad que también han definido su camino, estas imágenes representan la culminación de un proyecto de siete años que refleja confianza, amistad y vulnerabilidad. Esta semana platicamos con Uriel Santana sobre su trayectoria y su nueva exposición.

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BIBIANA BELSASSO: Platícanos, ¿cómo surgió este proyecto y cómo lograste retratar a figuras públicas en desnudos tan íntimos?
Uriel Santana: La exposición nace justamente en el marco de mis 25 años de trayectoria. Son retratos en los que me enfoqué en capturar lo más íntimo de cada persona. Desde niño dibujo y siempre me obsesioné con los detalles, especialmente los ojos. En estas imágenes busqué ir más allá de lo estético, de lo que, claro, siempre cuido, para desnudar también lo emocional. El objetivo era retratar el alma, despojar a las personas de lo que nos cubre, maquilla o bloquea. Ha sido un proceso muy honesto y estoy abrumado por la confianza que me regalaron.
BB: Son imágenes muy finas, que transmiten profundidad más que sensualidad.
US: Exacto. Aunque la sensualidad estaba presente, no era el eje. Lo que buscaba era retratar la piel como textura, como identidad, igual que las huellas digitales, las miradas, el cabello o los gestos. Cada persona es distinta y eso se refleja. Muchos de ellos son amigos de años, otros no tanto, pero con todos logré una relación de confianza que me permitió llegar a esa intimidad.

BB: ¿Cómo seleccionaste a las personas y cómo fue el proceso de trabajar con ellas?
US: El proyecto comenzó hace siete años, de manera muy personal, casi como un experimento entre amigos. Yo tenía la inquietud de hacer algo diferente a lo que venía haciendo en moda y publicidad. En reuniones comentaba la idea y poco a poco se fueron sumando. Con el tiempo, incluso quienes no eran tan cercanos se acercaron al proyecto.
En las sesiones éramos sólo la persona retratada y yo. Nadie más. Ni siquiera mi asistente de toda la vida, Hugo, que me ha acompañado por más de 22 años. Él preparaba el set y se salía. La idea era evitar distracciones y lograr un ambiente íntimo. Trabajábamos rápido, sin posados forzados, para mantener la frescura del momento.
BB: ¿Tuviste alguna conexión especial con alguno de los retratados?
US: Con todos. Y ésa es la magia. Cada sesión fue un encuentro distinto, con su propia energía. Hoy se habla mucho de inteligencia artificial y retratos digitales, pero jamás podrán igualar la conexión real que se crea frente a la cámara. Esa mirada directa, ese instante de vulnerabilidad, es insustituible.
BB: Hay una foto hermosa de Erika Saba embarazada, que recuerda a la icónica fotografía de Demi Moore .
US: Sí, aunque son diferentes. La de Demi Moore es más fashionista. La de Erika es íntima, natural, sin maquillaje. Procuré que casi todos estuvieran así, sin artificios. No planeamos nada, simplemente fluyó. Lo más impactante es que la gran mayoría me dijo: “Es la primera y última vez que me quito la ropa para una cámara”. Ese nivel de confianza me honra y es irrepetible.
BB: Se percibe mucha fuerza en las imágenes. La de Sebastián Rulli tiene gran potencia, mientras que la de Bárbara Mori transmite ternura y luz. También está la imagen de Aylín Mujica, mucho más sensual.
US: Justo. Sebastián se ve como un animal, lleno de energía. Bárbara, en cambio, provoca abrazarla; te transmite paz y calidez. Eso era lo que buscaba: mostrar la esencia de cada uno. Y es curioso, porque el estado de ánimo de cada persona era diferente el día de la sesión. Eso también quedó plasmado. Aylín es una mujer muy sensual por naturaleza. Su manera de moverse, de tocarse el cabello, lo proyecta sin proponérselo. En su caso, la sensualidad es inseparable de su esencia y así lo quise mostrar.
BB: ¿Qué es lo que más te ha costado en este camino?
US: No lo he vivido como un sacrificio, porque realmente amo lo que hago. Pero sí ha implicado disciplina, constancia y madurez. Al inicio tuve que dejar de lado muchas distracciones para concentrarme en mi profesión. Ser fotógrafo es un acto de confianza: cada persona que se pone frente a mi cámara deposita en mí su vulnerabilidad. Ahora, en estos retratos sin ropa, la entrega fue aún mayor. Eso me ha marcado profundamente.Más allá de viajes o logros materiales, lo que más valoro son las amistades auténticas que he construido en estos 25 años.
BB: ¿Cómo empezó tu relación con lo artístico?
US: Desde niño. Siempre tuve un lápiz en la mano. Mi papá era ingeniero civil, pero su pasatiempo era la fotografía. A los diez años yo ya estaba jugando con sus cámaras y así nació todo, de forma natural y autodidacta. Nunca estudié formalmente pintura ni fotografía, aunque después tomé algunos cursos. En mis inicios ni siquiera existía la carrera de fotografía como tal.
BB: ¿Cómo aprendiste a dominar la luz y las técnicas, especialmente en una época en la que no existía lo digital?
US: Con pasión. Cuando deseas algo de verdad, lo buscas hasta encontrarlo. Me sumergía en libros, revistas de moda y técnicas; lo absorbía todo. Empecé trabajando en película, revelando en laboratorio. Ese proceso tenía un encanto especial, porque cuidabas cada disparo. Con lo digital ganamos inmediatez y precisión, aunque perdimos un poco esa magia de esperar. Ambas etapas me marcaron y creo que haber vivido la transición fue una gran escuela.
BB: Hablemos de un encuentro que ha sido fundamental en tu vida: tu sesión con la gran diva Silvia Pinal.
US: Fue mi primera celebridad. Yo trabajaba en moda con Óscar Madrazo en Contempo cuando conocí a Mónica Marván, amiga cercana de Silvia. Ella me propuso retratarla y acepté, sin dimensionar la magnitud de lo que significaba. Cuando llegué a su casa, Silvia mostró una disciplina y disposición admirables. La experiencia me marcó para siempre. El resultado le encantó y, sin esperarlo, se convirtió en mi promotora. Gracias a ella mi carrera se disparó. Fue un parteaguas y siempre le estaré agradecido.
BB: Claro, pero también tu talento fue clave. Si tu trabajo no hubiera sido de esa calidad, ella no te habría recomendado.
US: Sin duda. Uno necesita estar preparado para esos golpes de suerte. El talento y la disciplina abren el camino, pero también se requiere generosidad de quienes confían en ti. Silvia me la dio.
BB: ¿Qué te deja haber retratado tantas personalidades?
US: Ha sido un viaje fascinante. He conocido todo tipo de personalidades y aprendido mucho de cada una. Soy muy observador, me gusta mirar, escuchar y estudiar a la gente antes de retratarla. Esa observación me permite generar conexiones genuinas y creo que se refleja en mis imágenes.
