Nicolás Maduro enfrenta una encrucijada que pone su permanencia en el poder en jaque. La evidente complicidad entre su gobierno y organizaciones criminales que trafican petróleo, oro y drogas a diferentes destinos de América, incluidos los Estados Unidos, por fin están afectando al dictador venezolano.
En las últimas semanas al menos tres embarcaciones provenientes de Venezuela han sido bombardeadas por la milicia estadounidense apostada en el Caribe. Si bien estos sucesos sin mediación diplomática o intentos de captura previos a los ataques han sido criticados por la comunidad internacional e incluso señalados como ejecuciones extrajudiciales, las acciones han surtido efecto en el ánimo tanto de Maduro como de la oposición que ve, por fin, un punto de apoyo internacional en el cual apalancarse para buscar derrocar al mandatario.
Trump amenaza con incursionar por tierra en Venezuela para continuar con el ataque mientras que Maduro ha lanzado una campaña para mostrarse como una víctima del imperialismo y la fuerza bruta. La respuesta en Latinoamérica no ha sido la que Maduro hubiera esperado, análoga a la invasión a Panamá a finales de los 80. Únicamente Colombia y Cuba han condenado los ataques mientras que incluso países afines ideológicamente han decidido llamar al diálogo o simplemente callar y mirar para otro lado.
Maduro se está quedando solo y las razones de esta falta de apoyo son intrincadas. Si bien es cierto que la situación internacional entre cada país latinoamericano y Estados Unidos está actualmente en tensión y los gobiernos han estado jugando al ajedrez con su volátil relación con Trump, Venezuela tampoco ha abonado mucho a su favor. Ciertamente hay temor a criticar las acciones de EU, pero también hay ya una franca resistencia a apoyar a Maduro.
Desde las últimas elecciones presidenciales en las que fue evidente la derrota de Maduro y la victoria de la oposición, los gobiernos latinoamericanos casi unánimemente le exigieron a Maduro que presentara las actas para sustentar su victoria. No lo hizo, a diferencia de la oposición que presentó imágenes suficientes para, al menos, cuestionar la victoria de Maduro. Ese fue el punto de quiebre.
Incluso Lula le pidió a Maduro que presentara las pruebas o que preparara una transición pacífica. Maduro prefirió ignorarlo y alienar su relación con sus ya pocos aliados en el continente.
Las condiciones están dadas para que la presión internacional, respaldada por una amenaza militar, termine por fin con la dictadura de Nicolás Maduro. Sin embargo, no parece que Estados Unidos esté enfocado en esta meta ni que esté dispuesto a colaborar diplomáticamente para lograrla. Esperemos que la ciudadanía no quede atrapada nuevamente en la sinrazón de su líder.
