ENTRE COLEGAS

María Corina, paladina de la democracia

Horacio Vives Segl. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón
Horacio Vives Segl. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón Foto: larazondemexico

La decisión de entregar el Premio Nobel de la Paz a la política opositora venezolana María Corina Machado es, sin duda, muy acertada, y como tal ha sido ampliamente celebrada en el mundo democrático.

En palabras del comité del Nobel, Machado fue reconocida “por su incansable labor en la promoción de los derechos democráticos del pueblo de Venezuela y por su lucha para lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”.

La trayectoria de María Corina en la defensa de los derechos humanos en Venezuela proviene desde sus primeros señalamientos en los que, con toda firmeza, desafió a Hugo Chávez en plena cúspide de su poder. Con la profundización de la autocracia bajo Nicolás Maduro, María Corina Machado ha demostrado tenacidad, liderazgo y esperanza inquebrantables para mantener, en la oposición venezolana, el arrojo que se requiere para continuar con la lucha democrática frente a una dictadura cada vez más atroz. Heroico es un adjetivo delicado, que no se debe utilizar a la ligera, pero en estas circunstancias, parece apropiado.

Con tal de mantenerse en el poder, el tirano Maduro ha radicalizado sus acciones. El fraude electoral ha sido constante y descarado y se han multiplicado las detenciones de políticos opositores. Mientras tanto, la economía del país no para de hundirse, con la complacencia del régimen, al que el sufrimiento del pueblo de Venezuela parece no importar. Así, ha sometido a cada vez más población a la pobreza y a la hambruna y, además, ha permitido que se dispare de modo alarmante la violencia criminal en el país. El régimen ha llegado a ser calificado por Estados Unidos como un narcogobierno. En el corazón del drama está la infame crisis migratoria: según cifras de ACNUR, prácticamente 8 millones de venezolanos han marchado al exilio. Sin embargo, los intentos internacionales por reconvenir a la dictadura han sido ineficaces, por más sanciones, órdenes de detención e, incluso, recompensas para la captura de la cúpula gubernamental.

El papel de María Corina Machado en las elecciones de julio de 2024 fue crucial: a pesar de haber sido proscrita por el régimen para ser candidata presidencial, fue el alma de la campaña opositora de Edmundo González; y a pesar del abyecto fraude electoral y la persecución de los opositores, Machado, desde la clandestinidad, ha seguido representando la fuerza que mantiene unida a la resistencia democrática.

Fue lamentable observar el doble rasero del Gobierno mexicano ante el Nobel de María Corina y la destitución de la presidenta de Perú, Dina Boluarte.

Ojalá veamos pronto que el otorgamiento del Nobel sirva para dar un nuevo impulso al cambio de un régimen autoritario a uno democrático, como sucedió en los casos de Adolfo Pérez Esquivel en Argentina, Lech Walesa en Polonia o Nelson Mandela y Frederik de Klerk en Sudáfrica. Con la mirada global de vuelta en Venezuela, parecieran alinearse los incentivos para terminar la pesadilla de la ya muy larga dictadura Chávez-Maduro. Es, además, un inequívoco y poderoso mensaje para las resistencias democráticas en el mundo, frente a la multiplicación y consolidación de gobiernos autoritarios.

Específicamente, para la causa venezolana, resultará, sin duda, muy relevante la política de Estados Unidos en el sentido de enfrentar a los gobiernos que colaboran con organizaciones criminales. Esperemos que esa política se alinee con el regreso de la democracia a Venezuela, de la mano de la heroica —sí, sin escatimar el adjetivo— María Corina Machado.

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Javier Solórzano Zinser. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón