Al finalizar la elección de 2012, Felipe Calderón habló de la necesidad de refundar al PAN, recalibrando plataforma ideológica con claridad de propuesta, reconquistando la confianza ciudadana y abriendo el padrón para quitar el control de los padroneros sobre las decisiones partidistas.
Casi 13 años después, tras un trayecto que pasa por el ¡Ánimo montana!, los dipumoches, el Anayazo, la alianza con Alito y la entrega yunista del Poder Judicial, la dirigencia panista parece prestar oídos al diagnóstico conocido hace más de una década.
Hay que decirlo, no es la primera vez en la historia que el PAN vive conflictos encarnados, aunque sí ha sido el más prolongado, con cambios estatutarios que acentuaron las disputas, y alejaron al partido de la sociedad, concediendo un enorme poder al famoso “consorcio panista”, que se repartió los recursos del partido durante los últimos años.
El PAN que en 2012 representaba el 26 por ciento de los votos a la Cámara de Diputados, representó el 17 por ciento en 2024. Para poner en perspectiva a la situación, en el año posterior a la elección (2013), su presupuesto público federal ordinario ascendía a 857 millones de pesos de aquel año, lo que equivaldría a aproximadamente 1,470 millones de pesos actuales, mientras que su presupuesto de 2025 (año posterior a la elección) es de 1,331 millones de pesos, eso explica en mucho el letargo de los últimos años, ya que a pesar de perder más de un tercio de sus votos, apenas perdieron el 10 por ciento del presupuesto público en términos reales, es decir, el costo de la derrota fue mínimo para sus dirigencias.
Jorge Romero ha anunciado un “Relanzamiento del PAN”, sus primeras acciones fueron rediseñar el emblema, hacia una versión que intenta evocar renovación y apertura; la imagen de la transición democrática que evocaba el institucionalismo, ha quedado atrás. Asimismo, apuesta por un cambio de lema: Patria, Familia y Libertad, con el cual es claro el intento de hablarle al 26 por ciento de los mexicanos que se consideran de derecha (latinobarómetro), cifra que además es coincidente con los resultados de Va por México; en esta misma línea, anunció el fin de la alianza con el PRI, por lo que es natural que su estrategia es primero ir por los votos filopriistas. Asimismo, creó un gabinete de voceros jóvenes con lo que intenta comenzar a competir por las nuevas generaciones.
Ésta es la parte comunicativa, que, tras su primera semana, ha vuelto a poner el interés en el PAN, después de muchos años de anonimato organizacional.
La parte organizativa es mucho más compleja, antes ha sido prometida por otros dirigentes; Anaya la anunció y después dijo que no daba tiempo, Marko la anunció y se quedó en “tirititito”; es la parte medular que se refiere a la “apertura ciudadana”. Ése será el gran reto de Romero, darle forma real a través de cambios orgánicos y legales. Sus definiciones se podrán evaluar a través de la reforma de estatutos del próximo 29 de noviembre, dichas modificaciones serán las que determinen la profundidad de la apertura a los ciudadanos, los candados que éstos tendrán, los procesos que seguirán para adherirse y contribuir a la toma de decisiones, así como la posibilidad que tendrán para acceder a participar como candidatos, electores o en órganos partidistas (incluso si se crearan órganos nuevos para incluirlos), y en dado caso las posibilidades para desarrollar una carrera política o integración a gobiernos. Es la prueba de fuego para Romero, porque será ahí donde definirá si inicia una transición para abandonar el esquema de los padroneros.
A partir de ahí, es que podrá venir la parte política, porque será lo que determine si el PAN se vuelve a acercar a liderazgos sociales o pasar del guiño al calderonismo a una verdadera integración y renovación. En lo que respecta a la parte electoral, el reto es mayúsculo, en la Circunscripción 1, el reto panista es tener presencia en la península de Baja California, no perder Chihuahua y regresar a ser competitivo en la Zona Metropolitana de Guadalajara y en Durango. En la Circunscripción 2 su desafío es recuperar la mitad de los distritos de Guanajuato, intentar subirse a la contienda en Nuevo León, reposicionarse en San Luis capital y no ser borrado en Zacatecas. En la Circunscripción 3, reestructurar por completo Veracruz, lo que pasa necesariamente por la zona Conurbada Veracruz-Boca del Río y el corredor Córdoba-Orizaba, así como reconstruir su competitividad en Yucatán. En las circunscripciones 4 y 5 que representan la zona centro del país, tendrá que intentar recuperar la zona occidente de la Zona Metropolitana del Valle de México, abrirse paso en Michoacán, reafirmarse en Querétaro y recuperar presencia en la Zona Metropolitana de Puebla. Dichos retos abarcan una competitividad en alrededor de 100 distritos electorales federales, que es más del doble de lo que hoy tienen.
Finalmente, lo que determinará tener esta tracción, o no, es la disposición de recursos, un ejército ciudadano bien capacitado, con cobertura de casillas, altamente motivado, y liderazgos que inspiren y no se doblen. Es decir, todo pasa por la organización, y una posibilidad real de ejecución, y eso se podrá palpar el 29 de noviembre. Ahí se verá si el relanzamiento del PAN es comunicacional, es intermedio o es verdaderamente profundo.