TEATRO DE SOMBRAS

Ignorancia y semi-ignorancia

Guillermo Hurtado. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Guillermo Hurtado. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: La Razón de México

La ignorancia respecto de algo es la carencia de conocimiento acerca de ello. Todos somos ignorantes acerca de una infinidad de asuntos. Por ejemplo, yo soy ignorante acerca de la historia del Japón en el siglo XII y sobre el funcionamiento del hígado. Sin embargo, hoy en día, con tanta información disponible de tantos temas, yo puedo consultar en Internet –la famosa Wikipedia– y leer un artículo sobre la historia del Japón en el siglo XII o acerca del funcionamiento del hígado. ¿Acaso eso significa que ya por eso dejé de ser ignorante acerca de esos asuntos?

Una respuesta que podría darse es que, después de leer un artículo sobre esos temas, ya no soy totalmente ignorante, pero que eso no significa que no lo siga siendo en una buena medida. Lo que propondré aquí es que en esa circunstancia he pasado de ser totalmente ignorante a ser lo que llamaré “semi-ignorante”.

¿Qué es mejor, ser ignorante o ser semi-ignorante? Una respuesta que parece obvia es que es preferible ser semi-ignorante que ignorante. No obstante, hay que señalar un peligro de la semi-ignorancia que puede resultar fatal.

A veces, cuando uno sabe un poquito acerca de algo, puede desarrollar creencias falsas en torno a ello. Esas creencias falsas generan expectativas erróneas, nos llevan a actuar de manera desencaminada y nos hacen tener emociones nocivas. Pues bien, esas creencias falsas, esas expectativas erróneas, esas acciones desencaminadas y esas emociones nocivas muchas veces pueden ser peores que no tenerlas en lo absoluto, por haber permanecido en una ignorancia total.

Estos problemas surgen, sobre todo, en campos del conocimiento que son muy especializados, que requieren de mucha experiencia y que precisan de un juicio ponderado. De esa manera, hay pacientes o familiares de los pacientes que se oponen a la opinión bien fundada de un médico, porque leyeron a medias y a las carreras un artículo de divulgación que defiende algo diferente al tratamiento propuesto por el profesional de la salud. Esas personas se sienten con la misma autoridad epistémica que los médicos o los ingenieros o los economistas, por haber picado por aquí y por allá cierta información mal digerida. Los resultados pueden ser desastrosos.

No se piense que mi propuesta es que la gente se quede en la ignorancia total y no pase, por lo menos, al nivel de la semi-ignorancia. Lo que sostengo es que quien es semi-ignorante debe reconocer que su estado epistémico tiene limitaciones y que puede llevarlo a desarrollar creencias falsas o mal fundadas, emociones negativas y expectativas desencaminadas.

A veces un poco de conocimiento, por poquito que sea, puede salvarnos la vida, puede mejorar nuestra situación. Pero, otras veces, puede resultar en lo contrario. Hay que entender muy bien el fenómeno de la semi-ignorancia para que sepamos cuáles son nuestros alcances y nuestras limitaciones.

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