Los dos grandes polos que se disputan el futuro del país han tenido un choque más que peligroso, en el que han exacerbado la generación de narrativas, la descalificación del adversario y el encono entre los que quieren un cambio radical en el rumbo del país y los que defienden a ultranza al régimen actual.
La violencia detonada el sábado en el Zócalo de la Ciudad de México tras la marcha convocada por la “Generación Z” —y sobre la que el oficialismo utilizó toda su maquinaria para desvirtuarla antes de comenzar— ha sido el detonante para que cada bloque haya comenzado a empujar narrativas a fin de ganar el favor de la opinión pública.
En las últimas semanas le han estallado al gobierno federal severas crisis, una tras otra, derivadas principalmente de la incapacidad de gobiernos estatales para atender temas sociales como la gestión de un desastre natural o la demanda de seguridad en zonas asoladas por el crimen organizado, o por temas de corrupción.
Pero ha sido el artero asesinato de Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, en pleno festival del día de Muertos el catalizador para el escenario por el que hoy atraviesa el país. Se trata de un hombre que enfrentó al crimen organizado, que pidió el apoyo del gobierno federal y murió en espera de la ayuda.
La indignación creció y se presentó en la arena pública un sector que se identificó como parte de la “Generación Z” y se ancló de inmediato al movimiento internacional “One Piece”, que agrupa a jóvenes que nacieron con el inicio del siglo, que son chicos educados, nativos digitales, informados, críticos y que se han unido en el hartazgo hacia la clase política.
Vayamos un poco más allá: eran niños en 2006 cuando la victoria de Felipe Calderón y ya eran adultos en la de AMLO en 2018. Con conciencia clara de las decisiones del gobierno de la 4T irrumpieron en la escena. La oposición y el sector duro de la derecha vieron una oportunidad de oro para incrementar su golpeteo contra el régimen.
Fue tan peligrosa la narrativa generada por el movimiento de la bandera negra y la calavera sonriente con sombrero de paja que de inmediato el oficialismo, desde todos sus frentes, se desbordó para desvirtuarla. Incluso, algunos mezquinos del régimen, voceros de bajo nivel, descalificaron a Manzo, acusándolo de todo… En fin.
Así pues, la confrontación fue escalando en torno a la convocatoria de la “Generación Z” para salir a manifestarse el 15 de noviembre. Las redes se inundaron de mensajes de la oposición y del oficialismo, con señalamientos y descalificaciones cada vez más fuertes de uno y otro bando.
Unos acusaban que la seguridad ha fracasado, exigían justicia para Carlos Manzo, reprochaban el abandono a los jóvenes, que el crimen ha infiltrado los tres órdenes de gobierno. Se sumaron otras voces por los desaparecidos, la falta de medicamentos, la corrupción, la intervención del crimen organizado en la escena nacional…
Desde el otro frente decidieron poner al pueblo por delante, acusar a la derecha de golpista, de que Claudio X. González y Guadalupe Acosta, que los mismos de siempre, que la marea rosa, que los que se oponen a las reformas, que el PRIAN, que los que están moralmente derrotados, que los corruptos, los carroñeros de las tragedias.
Y el sábado esa guerra de señalamientos fue más allá de las redes y salió a las calles. Los voceros del régimen y periodistas “independientes” trataron de “exhibir a los manifestantes” por no ser veinteañeros. Caray, así quisieron desacreditar la manifestación, pero lo que en realidad hizo esta movilización convocada por la “Generación Z” fue unir a críticos de la 4T.
Salieron a las calles desde la derecha católica hasta las madres buscadoras, los padres y madres de niños enfermos de cáncer, integrantes de las clases medias, médicos, campesinos, productores, jóvenes, familias, líderes sociales y un largo etcétera. Del otro lado, los ataques en redes sociales eclipsaban el resto de la conversación digital.
Y esa guerra de narrativas se ha endurecido con la violencia que manchó la manifestación. Desde la oposición acusaron represión, desapariciones y persecución, desde el oficialismo se condenó la violencia y se mantuvo la estrategia de desvirtuar la movilización. Incluso las y los gobernadores de la 4T censuraron la violencia de los manifestantes, se dijeron preocupados por agentes externos en la manifestación y respaldaron a la Presidenta.
Esta guerra de narrativas apenas comienza. Mientras, la verdad ha quedado atrapada en medio del fuego cruzado entre la oposición y el oficialismo.
RADAR
¿DÓNDE ESTÁN? Por cierto, ni la Comisión Nacional de Derechos Humanos ni la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México se han pronunciado sobre los actos de violencia, tanto de la policía capitalina como de un grupo de manifestantes, registrados el sábado en la Plaza de la Constitución. Raro, ¿no?
SOLIDARIDAD. Va todo mi cariño y solidaridad para mis ex alumnos Miguel de Samaniego y Carlos Moris, así como para mi querida Jimena Villicaña, quienes hoy enfrentan con gallardía esta coyuntura nacional. Quizá no esté de acuerdo con varias de sus posiciones, pero siempre hay que respetar a quienes luchan por un México mejor. Un abrazo.