TEATRO DE SOMBRAS

La deforestación de los Viveros de Coyoacán

Guillermo Hurtado. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Guillermo Hurtado. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: La Razón de México

Si alguien que visitó el parque de los Viveros de Coyoacán hace cinco años y no ha vuelto desde entonces, y regresara hoy para dar un paseo por su interior, seguramente quedaría muy sorprendido. En ese periodo, la cantidad de árboles dentro del parque se ha reducido de una manera evidente. Primero murieron las palmeras, todas ellas, las que estaban sobre la Avenida México y las que estaban dentro, principalmente en una zona en la que se concentraban. Luego por las lluvias, la sequía o por la edad —vaya usted a saber— comenzaron a caer decenas de viejos eucaliptos.

El más conocido de ellos es el que tenía clavado en su tronco una imagen de la Virgen de Guadalupe y, a su alrededor, una reja de metal con floreros siempre llenos de hermosas plantas. El derrumbe de ese árbol/capilla fue traumático para quienes visitan a diario el parque para correr o simplemente para pasear. Por fortuna, la imagen no se destruyó y se colocó en un árbol vecino. A partir de la pandemia, todos los troncos y ramas secas se comenzaron a apilar de manera irresponsable en la zona en la que antes estaban las palmeras. Con los meses se levantaron colinas de trozos de madera que resultaban un riesgo muy grande, ya que, de incendiarse durante la temporada de secas, hubieran provocado un desastre incalculable. Por suerte, en este año la administración limpió todos esos troncos y ramas que habían quedado arrumbados durante años.

Sin embargo, en las últimas semanas, la administración del parque ha mandado cortar numerosos árboles que estaban secos o llenos de plaga. Quizá era necesario derribarlos y triturarlos, pero se han abierto claros en las calzadas que antes daban sombra y la sensación que se tiene es la de que cada vez hay menos árboles y no se advierte que se estén reemplazando de inmediato con otros nuevos. El temor que de manera inevitable puede generarse es que, si en cinco años la cantidad de árboles ha disminuido, sin que se observe una campaña de reforestación, en diez o en quince o en veinte años, de seguir con el mismo ritmo de deforestación, el parque de los Viveros de Coyoacán será un extenso llano de pasto y arbustos bajos que ya no ofrecerá la hermosa sombra de sus altos árboles que lo distinguía.

Los Viveros de Coyoacán, legado de ese gran mexicano que fue Miguel Ángel de Quevedo, bien llamado “el apóstol del árbol”, es un tesoro urbano que se debe proteger con extremo cuidado. Miles de personas visitan el parque cada semana y, por lo mismo, es importante que las autoridades escuchen lo que esos ciudadanos esperan de ese pulmón verde que les permite respirar mejor y que hace que sus corazones latan con más salud y más alegría.

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