En el anterior Pesos y Contrapesos afirmé que, a partir de un análisis equivocado, que ignora la banda de fluctuación de los salarios, cuyo límite inferior está dado por el mínimo salario que el empleado está dispuesto a recibir, y cuyo límite superior se fija por el máximo salario que el empleador está dispuesto a pagar, se llega a conclusiones equivocadas en torno a los efectos de los aumentos al salario mínimo.
Estas conclusiones son: que los aumentos nominales al salario mínimo, si no van acompañados de incrementos en la productividad, generan más desempleo; que los aumentos nominales al salario mínimo generan mayor inflación; que los aumentos nominales (sin descontar la inflación), al salario mínimo, por ocasionar inflación, causan reducciones reales (ya descontada la inflación), en el salario mínimo; que los aumentos nominales al salario mínimo, ya que para evitarlos algunas empresas emigran a la economía informal, generan mayor informalidad. Ya vimos, en el anterior Pesos y Contrapesos, que nada de ello ha tenido lugar. ¿Por qué?
Parte de la respuesta tiene que ver con la banda de fluctuación del salario, cuyo límite inferior está determinado por el mínimo salario a cambio del cual el trabajador está dispuesto a trabajar (por ejemplo, $200), y cuyo límite superior está dado por el máximo salario que el patrón está dispuesto a pagar (por ejemplo, $400). En este caso, cualquier salario entre $200 y $400 es un salario de mercado, resultado del acuerdo entre el patrón (quien no contratará si el salario es mayor que $400), y el trabajador (quien no trabajará si es menor que $200).

Otra raya de impunidad más al Cuau
Supongamos, para empezar, que el salario acordado entre trabajador y patrón es $300. El trabajador recibe $100 más del mínimo salario a cambio del cual está dispuesto a trabajar ($200), y el patrón paga $100 menos del máximo salario que está dispuesto a pagar ($400).
Supongamos, para continuar, que el gobierno impone un salario mínimo, siempre por arriba del salario de mercado ($300), con la intención de beneficiar al trabajador, de $350. El trabajador (que trabaja por no menos de $200) lo acepta, y el patrón (que contrata por no más de $400) lo paga. El patrón no despide al trabajador ni migra a la economía informal.
Supongamos, para terminar, que el gobierno impone un salario mínimo de $450. El trabajador (que trabaja por no menos de $200) lo acepta, pero el patrón (que no contrata por no más de $400) no lo paga. El patrón despide al trabajador o migra a la informalidad, en la cual no tiene que pagar el salario mínimo.
Si el salario mínimo se impone por arriba del límite superior de la banda de fluctuación del salario, entonces ocasiona mayor desempleo y/o mayor informalidad. Si no, no, tal y como, hasta ahora, ha sucedido en México.
Hay que tener en cuenta que los aumentos al salario mínimo los determina la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos, integrada por representantes del gobierno, los trabajadores y los patrones, quienes, muy probablemente, aceptan aumentos que ubican al salario mínimo dentro de los límites de sus bandas de fluctuación. De no ser así no se entiende por qué dichos aumentos no han generado las consecuencias negativas que muchos creen deben generar, desde mayor desempleo hasta mayor informalidad, pasando por repuntes en la inflación.

