LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Tendencias en salud mental 2025*

Valeria Villa*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

A lo largo del 2025, esta columna ha intentado ser un espacio de reflexión sobre la salud mental, abordándola no como un fenómeno estrictamente clínico, sino como una trama donde convergen lo psíquico, lo social, lo cultural y lo político. El análisis de los temas que se repiten a lo largo del año permite identificar tendencias y debates sobre qué es el bienestar emocional.

Uno de los ejes más persistentes es la redefinición del sufrimiento psicológico. Lejos de patologizar de inmediato la angustia, el cansancio o el duelo, he insistido en comprender estas experiencias como respuestas congruentes ante las pérdidas, frente a contextos de exigencia constante, precariedad laboral y vértigo por la velocidad de los cambios socioculturales. He propuesto una ética del tiempo psíquico: no todo malestar requiere una solución inmediata, y no toda tristeza es un problema a erradicar. En este sentido, la salud mental aparece como un proceso, no como un estado fijo ni como una meta de productividad emocional.

Los límites son subjetivos. Reconocer el agotamiento, la frustración o la imposibilidad de seguir sosteniendo ciertas demandas —familiares, laborales o afectivas— es un acto de salud mental y no una falla individual. Esta perspectiva cuestiona la narrativa dominante de “poder con todo” y abre espacio a una comprensión más realista del autocuidado, entendiendo que la capacidad psíquica también se desgasta.

Otro tema central en 2025 ha sido el análisis de las masculinidades desde la óptica de la salud mental. Las columnas dedicadas a este tema exploraron cómo los mandatos tradicionales —autosuficiencia, represión emocional, rechazo de la vulnerabilidad— no sólo afectan los vínculos sino que generan un alto costo psíquico en los propios hombres. La dificultad para pedir ayuda, hablar del miedo o reconocer la fragilidad emocional aparece como un factor de riesgo que contribuye al aislamiento, la violencia y, en casos extremos, al suicidio. Las estadísticas sobre salud mental en varones confirman la urgencia de voltear a ver a este grupo que utiliza la violencia como forma de gestionar el dolor, la frustración, la soledad y muchas circunstancias en sus vidas.

De igual relevancia, escribí sobre los límites y peligros del uso de la Inteligencia Artificial como sustituto de la terapia psicológica. Las tecnologías conversacionales prometen escucha inmediata y disponibilidad permanente y el riesgo de confundir contención automatizada con proceso terapéutico es alto. Si bien la IA puede funcionar como herramienta de apoyo o de reflexión inicial, no reemplaza la complejidad del vínculo humano, la ética clínica ni la capacidad de sostener emocionalmente a otra persona.

En un mundo dominado por gurús, coaches, doctores que no estudiaron medicina ni tienen doctorados, que prometen enseñar a sanar, a poner límites, a controlar los pensamientos intrusivos, a relajarse, a ser feliz, a amar mejor, a ser mejores madres, padres e infinitas propuestas de mejoramiento personal, que ofrecen funcionar de modo universal, la terapia psicoanalítica y psicodinámica aparecen como las únicas alternativas contraculturales que no tienen prisa por proveer respuestas definitivas y cuya ética de trabajo se sostiene en el hecho de que cada uno tiene que encontrar su propio camino, que no se parece al de nadie más. Acoger el error, el retroceso, la compulsión a la repetición, la confusión, la duda, como parte de la naturaleza humana, es mucho más realista y más sanador que los discursos omnipotentes de la autoayuda.

¡Felices y pacíficas fiestas!

*Esta columna estará de regreso el 16 de enero de 2026.

Tendencias en salud mental 2025Valeria Villa

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