APUNTES DE LA ALDEA GLOBAL

Una soberanía subsidiada

Estados Unidos respalda protestas en Cuba Foto: larazondemexico

La Presidenta Claudia Sheinbaum ha defendido en días recientes el envío de petróleo a Cuba como parte de una histórica política de Estado de México hacia la isla, tras el triunfo de la Revolución cubana en 1959.

En el rechazo de la presidenta a las políticas de aislamiento de Cuba, promovidas por Estados Unidos, el actual actual gobierno de la 4T continúa la línea de acción del anterior, encabezado por Andrés Manuel López Obrador entre 2018 y 2024.

Sin embargo, a nivel discursivo hay un cambio entre Sheinbaum y Amlo, que vale la pena comentar. En 2021, cuando López Obrador, en un gesto inédito, invitó a una importante delegación cubana al desfile militar del 16 de septiembre en el Zócalo, la justificación que se dio fue que con la llegada de Morena al poder y el fin del neoliberalismo se inauguraba una política de solidaridad con Cuba.

En su viaje a La Habana, en mayo de 2022, Amlo dio un discurso en el Palacio de la Revolución en el que sugirió que la 4T podía servir de inspiración para que en Cuba “renaciera la Revolución”. Demandó el presidente mexicano el fin del embargo comercial de Estados Unidos, pero a la vez defendió la integración comercial de América del Norte y advirtió de los peligros que entrañaba para esa región el avance indetenible de China.

Ahora la presidenta Sheinbaum reitera la oposición de México al embargo comercial pero no asocia esa postura con la 4T o Morena sino con la política exterior del Estado mexicano desde el gobierno de Adolfo López Mateos. La presidenta exagera la continuidad de esa política, que en tiempos de Gustavo Díaz Ordaz no estuvo exenta de conflictos, pero tiene razón al recordar el alto nivel del intercambio bilateral en los sexenios de José López Portillo, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, y los intentos de condonación de la deuda cubana en las presidencias de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

La presidenta no incurre en la distorsión histórica de atribuir el acercamiento a Cuba al proyecto morenista, pero pasa por alto que en tiempos de la hegemonía del PRI la relación con la isla no se basaba en el subsidio petrolero. Entonces el volumen del comercio bilateral no era muy grande, pero respondía a un intercambio de ventajas comparativas. La actual transacción entre donación de combustible y compra de servicios médicos se parece a la establecida en el vínculo con la Venezuela chavista desde los primeros años del siglo XXI.

El tipo de relación con Cuba que defiende la 4T es uno en el que la isla no es un socio o un aliado sino una víctima que debe ser auxiliada, asistida o ayudada. La retórica de la solidaridad cumple un papel central en ese discurso, toda vez que el país caribeño se ha vuelto improductivo y, por tanto, cada vez más dependiente del subsidio energético. Día con día se hace visible la paradoja de que esa política exterior soberanista se basa en un reforzamiento de la dependencia externa.

Por supuesto que el subsidio petrolero sirve a México para marcar distancia de la política regional de Washington. Tiene razón la presidenta cuando afirma que esa divergencia no le resulta perjudicial a México en su vínculo con Estados Unidos. La pregunta que se elude no es esa sino la de si dicha política exterior es realmente beneficiosa para Cuba en términos de desarrollo económico y social, por no hablar del profundo costo en términos de normas y prácticas democráticas o de respeto a los derechos humanos.

Para la mentalidad inmediatista y simbólicamente recargada de la diplomacia habanera todo lo que sostenga la fantasía de que Cuba sigue siendo un modelo o paradigma de las izquierdas latinoamericanas y caribeñas es conveniente. Sin embargo, esa gramática del extractivismo solidario posee un lado paternalista e, incluso, colonial, que reproduce la dependencia improductiva de Cuba en el siglo XXI. La crisis del bloque bolivariano, lejos de alterarla acentúa esa lógica dependiente.

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