PUNTO CIEGO

Con AMLO no se transformó nada

Daniel Santos Flores. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón
Daniel Santos Flores. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón Foto: Especial

En el año 68 d.C., Roma estaba cansada de los excesos de Nerón. Su gobierno había dejado al imperio exhausto, dividido y con un ánimo extremo de cambio.

En ese momento de hastío apareció Servio Sulpicio Galba, un militar reconocido por su austeridad y su carácter severo; un político que proyectaba una imagen de rectitud y disciplina que contrastaba absolutamente con su predecesor.

Galba no llegó al poder por sus méritos, sino porque Roma ya no quería más de lo mismo. Los historiadores coinciden en que su ascenso se explicó menos por sus virtudes y más por el rechazo generalizado hacia Nerón. Fue, en esencia, el hombre del hartazgo.

En cuanto tomó el poder, Galba mostró un rostro muy distinto del que había prometido, tomó decenas de decisiones arbitrarias, se rodeó de personajes cuestionados, y su círculo incurrió en abusos, mientras la austeridad que pregonaba terminó siendo más un castigo que una virtud. Su gobierno dejó tan mala impresión que muchos romanos terminaron considerándolo peor que el propio Nerón.

Andrés Manuel López Obrador llegó de la misma manera, su asentamiento en el poder fue producto del hartazgo y de saberlo administrar. Millones de mexicanos creyeron en él, en su proyecto y en su filosofía, de que con austeridad y honestidad se arreglaba el cien por ciento de los problemas del país. La transformación que presumió fue sólo de papel. Y no, no lo digo como si fuera un opositor de esos que también abundan, lo digo desde los hechos que muestran la realidad, esos hechos que, lejos de la narrativa de su gobierno, empiezan a mostrar su verdadera cara.

El lamentable incidente de la Línea Z del Tren Interoceánico, el cual dejó 13 muertos y 90 heridos, de un total de 241 pasajeros y 9 miembros de la tripulación, da muestra de lo que digo. No es un accidente, es una consecuencia de la corrupción que imperó en su gobierno. En 2024, AMLO presumió en su habitual conferencia mañanera que su hijo Gonzalo fue asesor honorífico del Tren Interoceánico, y dijo que cuando éste lo enteró de ello, se sintió “contentísimo”.

Esa felicidad ha de contrastar con la tristeza, las lágrimas y la impotencia que sienten las familias de las víctimas de su corrupción en este que él llamó “el proyecto más atractivo del mundo”. Esa felicidad ha de contrastar también con los sentimientos de la Presidenta, quien ahora, como jefa del Estado mexicano, es quien asume el costo político de esas acciones.

La Presidenta ha hecho justamente lo que se hace en estas situaciones: dar la cara, asumir la responsabilidad del Gobierno, ordenar investigaciones y buscar que se esclarezcan los hechos y se deslinden responsabilidades. Todo apunta, como siempre, a los hijos del expresidente y, para prueba, está también el audio que se filtró en el que, un primo de éstos y otro personaje, hablaban de moches y de cómo se habría manejado la construcción del proyecto.

No es cierto, con AMLO no se transformó nada, sólo se acentuó la corrupción.

Así como la historia colocó en su lugar a Galba, así lo hará con AMLO. Los dos son sinónimo de fracaso y corrupción, mientras los dos vivieron convencidos de que eran incorruptibles.

Reenviado.

“Ya cuando se descarrile el tren, ya va a ser otro pedo…”

-Pedro Salazar Beltrán, primo de los hijos de AMLO.

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