Este año, 2025, termina como empezó: con una cada vez más desinhibida demanda de mundialización de la guerra. Desde que comenzó la invasión rusa de Ucrania, en febrero de 2022, no pocos actores internacionales han interpretado esa operación militar como el banderazo para la reconquista de territorios perdidos por parte de las grandes potencias mundiales o regionales.
La ofensiva de Israel en Gaza ha seguido una línea de acción similar a la de Rusia en Ucrania. Como Vladimir Putin en relación con los ataques a la población prorrusa en el Donbás, Benjamin Netanyahu presentó inicialmente la acción armada de Israel como una retaliación por los atentados de Hamas el 7 de octubre de 2023. Pero poco a poco la ofensiva se convirtió en una guerra de reconquista, como la de Rusia contra Ucrania.
Más o menos es lo que va sucediendo en la hostilización de Venezuela por Estados Unidos. Al principio el despliegue naval de Washington en el Caribe pareció seguir estrictamente la lógica de la intercepción de traficantes de drogas. Luego vinieron el bloqueo petrolero y la confiscación de buques, para finalmente desembocar en ataques terrestres, bajo un llamado a recuperar el petróleo y las tierras que, según Donald Trump, pertenecen a Estados Unidos.
No es raro entonces que algunos de los defensores de Moscú y Caracas en América Latina estén ahora mismo exigiendo abiertamente que China reconquiste Taiwán. En Russia Today, Telesur y Página/12 hemos escuchado o leído frases como éstas: “Beijing tiene que enviar una señal clara y rotunda exigiendo el fin de la agresión militar a Venezuela. La mejor opción es emular lo hecho por Estados Unidos e imponer un bloqueo integral, marítimo y aéreo a Taiwán”.
La propuesta de emulación imperial es cada vez más explícita. En los días que siguieron al inicio de la invasión rusa de Ucrania, Moscú respondió a las críticas de la administración de Joe Biden preguntando cómo reaccionaría Washington si Rusia instala misiles en el Caribe, como en 1962, o apoya a México en la reconquista de los territorios perdidos en la guerra de 1847.
Con Trump en la Casa Blanca y su vuelta, no sólo discursiva, a la Doctrina Monroe y a los amagos de anexión de Panamá, Canadá o Groenlandia, esa emulación está asegurada. Tras el anuncio de las maniobras militares, llamadas “Misión Justicia 2025”, el canciller chino, Wang Yi, declaró a Xinhua que las operaciones son una respuesta a la reciente Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, en la que se reitera el apoyo a Taiwán.
2026 podría ser el año en que esa emulación imperial rebase la actual fase contenciosa y escale militarmente o se interponga una racionalidad más negociadora. Si esto último no sucede las guerras simultáneas y regionales de hoy podrían encadenarse y acabar en un conflicto mundial. No pocos, en las redes geopolíticas de todas las potencias enfrentadas, lo desean, a pesar de lo mucho que utilizan palabras como “paz”, “justicia” y “humanidad”.