Contra Caribdis

Contra Caribdis
Por:
  • armando_chaguaceda

Para Mabel

Sabemos —por la saturación de los mercados, el crecimiento del consumo, la volatilidad de las crisis, la persistencia de la cuestión social y el cambio climático— que el capitalismo es el modo de producción globalmente vigente. En sus modalidades liberal —de matriz occidental— y estatista —encabezada por el empuje chino— los diversos capitalismos reconfiguran las identidades nacionales y culturales, las fronteras geopolíticas y la producción artística, a escala mundial.  Un universo capitalista, con crecientes franjas autoritarias y vapuleadas instancias democráticas, es el que nos abriga.

En sus circuitos, caracterizar las ideologías dominantes de nuestro tiempo es una ardua labor. Sea por la heterogeneidad que caracterizó, desde sus orígenes, a la clasificación izquierda-derecha; sea por las actualizaciones que éstas han sufrido en las últimas fases del proceso de globalización. Si, recuperando a Norberto Bobbio1, consideramos que las izquierdas se caracterizan por una pulsión igualadora —que no excluye el corsé vanguardista y la dictadura de las necesidades— y las derechas por una conservación del orden -basado en la primacía del individualismo posesivo- aun así el mapa se torna complejo de dibujar. Izquierdas y derechas se definen en plural. Las hay extremistas y moderadas.

Pero hoy, sobre esa cartografía, se dibuja un avance global de las derechas autoritarias. Aquellas cuya vocación hegemónica les hace abrazar formas políticas que mezclan la erosión de derechos e instituciones —tradicionalmente ligadas al modelo liberaldemocrático— con formas de implementación, defensa y profundización de un capitalismo de acusados rasgos oligárquicos.

Los signos de ese viraje global hacia políticas conservadoras son claros. Colegas nada sospechosos de “comunismo”, como Pippa Norris, Ronald Inglehart y Nadia Urbinati, lo han documentado.2 Amplias franjas de la ciudadanía —incluidos segmentos de voto popular— son seducidos por neopopulistas xenófobos como Donald Trump y sus aliados del viejo continente. Una serie de constantes aparecen en mayor o menor grado en los distintos casos nacionales: personalismo, autoritarismo, exacerbación de discursos religiosos, antintelectualismo, brotes fascistas. La triste experiencia de una colega, liberal progresista, amenazada en días recientes por una razzia de bullies trumpistas, me acabó de convencer de esto último. Pienso en ella, cuando escribo —y le dedico— esta columna.

Los populismos variopintos nos amenazan hoy, del mismo modo que lo hicieron los totalitarismos de signo opuesto durante buena parte del siglo XX. Como decía en su obra N. Bobbio “existen tanto a izquierda como a derecha movimientos y doctrinas libertarios y autoritarios, porque el criterio de la libertad sirve para distinguir el universo político no tanto respecto a los fines como respecto a los medios; o al método empleado para conseguir los fines”. Esa frágil libertad fue históricamente amenazada por el Escila jacobino y el Caribdis reaccionario. Los populismos de derecha son los hijos posdemocráticos de este último. Y deben ser detenidos. Por la república. Por nosotros.

Notas

1 Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción política, Taurus, México, 2014.

2 Ver, de Norris e Inglehart, Cultural Backlash: Trump, Brexit, and the rise of Authoritarian Populism. New York, Cambridge University Press, 2019. De Urbinati Me The People: How Populism Transforms Democracy, Harvard University Press, 2019.