La ausencia elegante

La ausencia elegante
Por:
  • armando_chaguaceda

Leo en un artículo que Venezuela es hoy una “democracia delegativa” y Maduro un “líder carismático”. Dialogo con una colega, cuyas reticencias en torno a la naturaleza autoritaria de Miraflores contrastan con su clara (des)caracterización del populismo de Planalto.

Reviso un curso sobre protestas y otro libro sobre movimientos sociales —ambos con Latinoamérica de trasfondo— sin encontrar referencias a las enormes —y reprimidas— marchas que sacudieron Caracas, Maracaibo, Mérida y Barquisimeto en los seis últimos años.

Los responsables de estos planteamientos no son opinadores precarios, carentes de herramientas analíticas. Tampoco militantes dogmáticos, dispuestos a avalar el militarismo, la interrupción constitucional y la crisis de los Derechos Humanos. Se trata de colegas bien formados dentro de las reglas y los recursos de la academia latinoamericana. Hijos, rebeldes pero mimados, de la Tercera Ola. Gente culta, de prosa sofisticada y elegante.

Varios de ellos provienen de países que sufrieron autoritarismos aliados a EU, bajo el trágico signo de la Guerra Sucia y las Dictaduras de Seguridad Nacional. Sus narrativas los ubican dentro de una matriz republicana, que oscila entre el liberalismo, la socialdemocracia y los nuevos movimientos sociales. Hacen parte del sector innovador de la academia latinoamericanista. En todos los casos, la Venezuela real y convulsa está ausente en su obra: fue sepultada entre estiramientos conceptuales, medias verdades y estruendosos silencios.

La proliferación de estas perspectivas, repetidas hasta el cansancio, ponen en duda la cabal existencia de un consenso democrático latinoamericano. Aprendimos que las viejas oligarquías, los gorilas salvajes, los tecnócratas elitistas y los guerrilleros armados despreciaban las repúblicas liberales de masas. Se nos dijo también que el aprendizaje de la absurda violencia de la Guerra Caliente —nunca Fría— que sacudió Latinoamérica no había sido en vano. Y que el pluralismo y los Derechos Humanos no serían más meros adornos a exhibir en la antesala de la revolución, sino factores decisivos para promover —a través del sufragio, la incidencia cívica y las políticas públicas— las metas de la inclusión social y la libertad política.

Pero, sea por pereza mental, por evadir pleitos con sus pares radicales o por nostalgias de la Nueva Trova, buena parte de la academia latinoamericana guarda silencios, ensaya piruetas y se inventa pretextos para no fijar postura ante el drama venezolano. Mientras, la izquierda y derecha más rancias, admiradoras de Putin y Trump, hacen zafra con la tragedia de ese pueblo. Y apenas un puñado de intelectuales y activistas democráticos, con dificultad, alzan su voz por las víctimas concretas de esa opresión concreta. Rehuyendo la manipulación que les convierte, falazmente, en porristas de Uribe. Nuevamente, aquella enseñanza de Camus guarda dolorosa vigencia: “La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas”.