Que si migración, que si terroristas, que si los empleos…

Que si migración, que si terroristas, que si los empleos…
Por:
  • Carlos Urdiales

Hace una semana nos debatíamos entre las implicaciones y razones que tendría Estados Unidos para declarar como grupos terroristas a los cárteles mexicanos. Innecesario e inconveniente, decía nuestro canciller Ebrard en la defensa amnésica de cuando México pidió investigar como terrorista el ataque de un supremacista en contra de paisanos en un Walmart de El Paso, Texas, el pasado 3 de agosto.

Hace seis meses, Donald Trump amenazó con imponer aranceles a los productos mexicanos si el Gobierno no detenía el flujo de migrantes regionales y extracontinentales, a través de nuestro territorio, hacia su frontera sur. Por eso, hace medio año que la Guardia Nacional destina a más de 25 mil efectivos de su incipiente fuerza a la detención y deportación de miles de centroamericanos y hasta de africanos. México cumplió la petición de Washington y desactivó una medida económica-comercial que mucho afectaría a nuestra planta exportadora.

La nueva amenaza llega escondida en el T-MEC, que el Congreso de Estados Unidos debe ratificar y al cual, el bando demócrata pretende infectar con la imposición unilateral para que inspectores laborales estadounidenses hurguen en plantas mexicanas y constaten si, a juicio suyo, México cumple o no con una Reforma Laboral que fue aprobada justamente para satisfacer las exigencias gringas en la materia.

Tanto la Iniciativa Privada como el Gobierno han dicho que tal pretensión es inadmisible. Si los demócratas quieren boicotear la ratificación del T-MEC, a nosotros nos queda el recurso de continuar la relación bajo el paraguas legal y normativo del vigente y fructífero TLC. Y no más.

Tres momentos de enorme presión para la relación bilateral más importante de nuestra nación. Tres circunstancias detonadas a partir de los intereses políticos del presidente Trump o de sus contrincantes demócratas en la Cámara de Representantes. Tres golpes de mesa que han provocado reacciones de parte de nuestro Gobierno. Cada una de ellas bajo el estímulo del año electoral que ya comenzó y el cual culminará en noviembre de 2020 con la reelección o no de Donald Trump. Hace una semana, hace medio año o ahora, nos repetimos, para convencernos, que todo está relacionado a ese proceso político interno. De ellos. Y sí.

Sin embargo, los riesgos están latentes y nuevas amenazas nos acechan. México no puede, ni debe, inmiscuirse en una dinámica electoral ajena. Como hasta ahora, la reacción más sensata parece ser la de no engancharnos, no calentarnos, hacer el control de daños y pronunciar un discurso de altura en términos de respeto y cooperación.

La sombra injerencista del Tío Sam le valió al Presidente López Obrador expresiones de solidaridad nacionalista de parte de tirios y troyanos; esta nueva amenaza cohesiona al sector productivo en torno al Gobierno y sus negociadores. Intensidad diplomática, comercial y política que será demandada sin pausa; al menos de aquí a un año.