Arturo Vieyra

Hablando de inflación personal

BRÚJULA ECONÓMICA

Arturo Vieyra*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Vieyra
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Sin duda uno de los temas más polémicos, e incluso, de los que más escepticismo generan entre la población que no necesariamente está muy versada en temas económicos es el referido al crecimiento de los precios. A menudo sorprende la incredulidad sobre los datos oficiales debido a que en general la percepción de la gente sobre el crecimiento de precios es mucho mayor que lo que reporta el INEGI en la dinámica del Indice de Precios al Consumidor (INPC).

Es evidente y hasta lógica esta disociación entre la percepción de la gente y la estadística oficial de inflación, pues en realidad se trata de dos procesos distintos, ello a pesar de que el INPC recoge los mismos precios que pagan los consumidores que son escépticos.

En primer lugar, quiero insistir en que no me refiero a los analistas y especialistas económicos y financieros, sino al grueso de la población que percibe con base en su canasta de consumo su particular crecimiento de precios. En este sentido, influyen una gran cantidad de factores socioeconómicos como el nivel de ingreso, hábitos y preferencias, necesidades básicas, penetración de productos en el mercado, etc. que confluyen para crear una percepción única para cada consumidor.

En principio, conviene aclarar que la correcta medición que realiza el INEGI sobre los precios refiere a un “consumidor único y promedio nacional”, cuya canasta de consumo es prácticamente la misma durante varios años a partir de que se determina el periodo base del índice de inflación. Es decir, para el cálculo del INPC se toma como base principal para saber qué y cuánto gastan los mexicanos la Encuesta Nacional de Ingreso Gasto de los Hogares (ENIGH), a partir de la cual se estima un ponderador (el peso de cada bien o conjunto de bienes tienen en el INPC).

Aquí encontramos la primera gran diferencia debido a que el INPC recoge los precios al consumo de todas las mercancías y servicios en una quincena, es decir, supone un consumo de los 299 genéricos de productos (alrededor de 328 mil precios de una muestra conforman esos genéricos). Obviamente, no existe en realidad ese “consumidor promedio” que refleja el INPC, la percepción del consumidor normal se ajusta a su propia canasta de consumo y, por tanto, los precios que incorpora son de aquéllos de los bienes que compra.

Es claro que ningún consumidore compra cada quincena bienes duraderos como autos, muebles, electrónicos etc., y por lo tanto, estos precios no se incorporan continuamente a su percepción de la dinámica de la inflación.

Ello nos lleva directamente a un segundo factor que diferencia la dinámica personal de precios de la nacional y es la frecuencia de compra. Por razones obvias, los bienes con mayor frecuencia son los alimentos, y por ello, el consumidor tiene una clara idea de como evolucionan estos precios y, con base en ello, en general construye su propia dinámica de la inflación.

Cifras recientes ilustran claramente este punto, mientras que de noviembre a la fecha los precios de consumo de gran frecuencia como el jitomate, la cebolla y el gas LP se han incrementado sustancialmente (15%, 104% y 13%) el INPC ha mostrado un avance mucho menor de 1.7%. Esta dinámica no refleja solamente el impacto de la frecuencia sobre la percepción de los consumidores sino también el hecho de que su canasta de estos tres bienes ha crecido más que el resto del INPC.

Si bien, la percepción puede modificarse pues los precios agrícolas presentan una gran volatilidad, al menos durante los últimos tres meses el consumidor puede sentir y evidenciar, a partir de esta muestra, una mayor inflación que lo reportado por el indicador nacional.