Arturo Vieyra

El superpeso ¿a dónde va?

BRÚJULA ECONÓMICA

Arturo Vieyra*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Vieyra
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En medio de los fuertes temores sobre la alta inflación global y sobre una posible recesión, especialmente en Estados Unidos impulsada por la política de severa astringencia monetaria perfilada por la Fed, la paridad peso-dólar muestra una fortaleza singular que ha sorprendido a analistas y a los participantes en el mercado.

Desde su pico alcanzado a principios de marzo cuando el tipo de cambio alcanzó un nivel de 21.36 pesos por dólar, la moneda mexicana ha venido fortaleciéndose hasta alcanzar un nivel de 19.51 el pasado 30 de mayo, es decir, una apreciación del 8.7%, movimiento que, sin lugar a duda, posiciona al peso como una de las monedas más fuertes de los mercados emergentes, después del sol peruano y el rublo ruso, ésta última apoyada por los estrictos controles de capital.

Dicha fortaleza parece contraintuitiva si atendemos al hecho de que el peso mexicano es altamente negociable en los mercados financieros mundiales, incluso, desde marzo, la moneda mexicana ha resistido la caída bursátil en Estados Unidos y el aumento en la tasa de interés de la Fed. Sin embargo, hay causas tanto de orden coyuntural como estructurales que explican el actual comportamiento del peso.

Entre las causas de coyuntura perfilan varias muy importantes: 1) el debilitamiento del dólar frente al conjunto de monedas emergentes (no sólo el peso ha ganado terreno frente al dólar, sino también otras monedas, como las de Brasil, Chile, Colombia y Polonia por citar algunos ejemplos), derivado principalmente por los temores de recesión en ese país y por el ataque del rublo ruso que adoptó otro patrón monetario diferente al dólar (Rusia ahora negocia con Europa sus exportaciones de energía en rublos); 2) el aumento de la tasa de interés por parte de Banxico y la perspectiva serán más agresivos en su política monetaria para lo que resta de este año; 3) un spread tasas reales de interés más altas; 4) una menor tenencia de extranjeros en bonos de gobierno, lo que reduce las necesidades de cobertura y, por tanto, la demanda de dólares; y 5) mayores ingresos petroleros.

Entre las causas estructurales encontramos varios aspectos que dan una posición muy favorable que apoyan lo que se denomina los “fundamentales” del tipo de cambio. Por el lado de los balances macroeconómicos tenemos que, la cuenta corriente muestra un déficit menor al año anterior y mucho menor que las entradas de Inversión Extranjera Directa; es decir, el déficit externo es altamente financiable con la IED. En segundo lugar, hasta abril el balance público está mejor que lo programado y es previsible que se mantenga este año en un nivel que no ponga en riesgo a las finanzas públicas. De hecho, la confirmación del grado de inversión de la deuda pública por dos calificadoras sienta un buen parámetro en el manejo de la política fiscal. Finalmente, las reservas internacionales alcanzan un nivel alto cercano a los 200 mil millones de dólares que dan certeza al mercado ante cualquier ataque especulativo.

Si bien todas estas razones pueden explicar la fortaleza del peso mexicano frente al dólar, no queda excluida la posibilidad de un deterioro/depreciación en el futuro próximo. Es posible que el tipo de cambio haya tocado piso alrededor de los niveles de 19.60 para, posteriormente, mostrar una ligera depreciación frente al debilitamiento del crecimiento económico local y de Estados Unidos.