Mascarillas para todos, tapabocas para funcionarios escépticos

ANTROPOCENO

BERNARDO BOLAÑOS
BERNARDO BOLAÑOS
Por:
  • Bernardo Bolaños

Los reporteros preguntaron el 15 de junio al Dr. Mario Molina si existe responsabilidad de las autoridades sanitarias mexicanas por aquellas muertes por Covid-19 que se habrían evitado con el uso de mascarillas. El Nobel respondió que no hay, porque aún no había sido publicada su reciente investigación acerca de la transmisión a distancia de la enfermedad (vía partículas finas que viajan en el aire, llevando el virus) y acerca de la eficacia de los cubrebocas para evitar que entren al cuerpo. Tampoco la Organización Mundial de la Salud recomendaba antes el uso de la mascarilla comunitaria, recordó Molina.

Pero el artículo del famoso químico ya está publicado en una importante revista. Éste incluso ha invitado a AMLO a usar cubrebocas durante sus giras. Y el subsecretario López-Gatell ha reconocido que conoce la investigación, que recibió antes de que fuera publicada. Por ello surge la pregunta: Suponiendo que la omisión de promover activamente el uso de mascarillas en la calle continúe y que las autoridades no pongan el ejemplo, ¿serán ahora sí moral y políticamente responsables de las muertes evitables?

López-Gatell tiene reticencias frente al artículo de Molina, un químico que no es experto en virus ni epidemias. “En este caso como toda publicación científica —dijo — tiene sus limitaciones, sobre todo por la fuente de información que es muy macro”. El subsecretario se ampara seguramente en las críticas de su comunidad, los epidemiólogos, que señalan que la investigación no consideró explicaciones alternativas del descenso de contagios en Nueva York e Italia, y que no contiene un aparato estadístico sofisticado acerca de márgenes de incertidumbre. Por ejemplo, Molina y su equipo no calcularon cuántas personas ya usaban mascarilla antes de que las autoridades se los recomendaran.

Pero el Nobel se defiende apelando a un hecho notorio: mientras en China la gente está acostumbrada desde hace tiempo a cubrirse el rostro por la mala calidad del aire, en Occidente no hay esa misma costumbre. Algunos italianos y neoyorquinos acaso se protegían dentro del transporte público, pero ignoraban que el virus está también en el aire contaminado de las calles.

Esto último ha sido impugnado por científicos de la salud: “¡Cómo osa ese químico mexicano opinar sobre virus supuestamente voladores!”. Pero éste revierte la acusación: ustedes no saben de partículas finas y de aerosoles.

La apuesta de López-Gatell es arriesgada: suponer que el Nobel exagera y menospreciar el uso del cubrebocas en la calle. En cambio, Claudia Sheinbaum apoya a Molina y adopta el principio de precaución. El decálogo de AMLO también tendría que ser modificado para agregar el deber de usar cubrebocas en la vía pública y al sacar a pasear al perro, no sólo en el transporte público.

Suponiendo sin conceder que en unos meses alguien sea responsable político y moral de no haber hecho todo lo que estaba en sus manos en este tema en específico, hay algo ya seguro: no será la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México.