Bernardo Bolaños

Reformas de AMLO, ¿adiós al desarrollo sostenible?

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Bernardo Bolaños
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El Presidente López Obrador ha propuesto una larga agenda de reformas que toca desde pensiones hasta la elevación a rango constitucional de programas como Jóvenes Construyendo el Futuro y Sembrando Vida.

El mensaje apunta hacia la justicia e igualdad sociales, pero el escepticismo se cierne sobre su ejecución concreta y las consecuencias no deseadas de las nuevas disposiciones. Porque si se trata de obtener justicia social y reducir la desigualdad, la historia nos recuerda que la capacidad técnica, la transparencia y la rendición de cuentas son tan importantes como las buenas intenciones.

El Presidente promueve, en año electoral, enmiendas que buscan agradar a los obreros tanto como a los defensores de animales, entre otros perfiles de electores, pero es previsible que algunos cambios tengan efectos colaterales negativos. Por ejemplo, mayor corrupción al menguar la transparencia y riesgos macroeconómicos al desmantelar las salvaguardas antimonopolios.

En efecto, la autonomía de órganos autónomos como Inai y Cofece es necesaria para garantizar su independencia en temas críticos como transparencia y competencia. La centralización de esas funciones en el Gobierno federal es preocupante por la concentración de poder y la no rendición de cuentas.

La propuesta de elevar a rango constitucional programas sociales también plantea interrogantes sobre democracia y sustentabilidad. Porque democracia significa la posibilidad permanente de cambio a través de las urnas. ¿Es democrático amarrar el futuro de los jóvenes, mediante candados constitucionales, a un solo modelo de seguridad social? Y, sobre política ambiental, no vamos bien actualmente, cuando el Estado subsidia la siembra de árboles no nativos y entrega abonos nitrogenados, destructores del suelo fértil. ¿Encima de todo, metemos esos caprichos controvertidos en la Constitución? Ello sería abolir el ambientalismo en nombre del populismo.

Echarle nitrógeno y otros químicos a la tierra es efectivo en el corto plazo. Pero destruye ese ecosistema que llamamos suelo fértil, formado por microorganismos, lombrices e insectos. La violencia en el campo mexicano está relacionada con la caída de la producción, producto de la degradación del suelo.

Un izquierdista coherente buscaría restablecer el metabolismo social campo-ciudad mediante la producción de biofertilizantes, usando la basura orgánica de las ciudades. En cambio, en la Ciudad de México se prefirió apoyar el proyecto de calentar la basura para producir pellets de carbón. Y ahora el Presidente pretende instituir y proteger el subsidio no sustentable a los fertilizantes químicos.

La falta de sostenibilidad financiera de las reformas propuestas es otro problema. Lo saben los inversionistas que consideran o consideraban venir al país. El famoso nearshoring o relocalización industrial desde China hacia México nos podría dar empleos calificados y limpios, como parecían reconocer las propias Sheinbaum y Raquel Buenrostro. El bienestar de la gente depende de ese tipo de inversiones de calidad (que no meras maquiladoras) más que de reformas en el papel.