Bernardo Bolaños

Remuneraciones y capacidades

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Bernardo Bolaños
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El gesto de la ministra Lenia Batres de ajustar su remuneración a lo dispuesto por la Constitución (no ganar más que el Presidente), ha generado muestras de admiración, pero también nuevos desplantes de odio en redes sociales, expresados con insultos clasistas e incluso racistas.

En el mejor de los casos, los críticos aluden a la meritocracia. Se repite que Batres no estudió en universidades “de élite”, ni tenía experiencia como litigante. Pero los méritos no tienen por qué definirse con una sola vara. No todos los ministros de la Corte debieron estudiar en Alicante o en París. Podría resultar sano contar con una egresada de la UACM que ponga a discusión en el Máximo Tribunal una interpretación novedosa del derecho. Veremos si los criterios de la juzgadora conservan su coherencia cuando afecten a la 4T.

Es cierto que ni siquiera Karl Marx era insensible a los méritos. La famosa frase “de a cada quien, según sus capacidades, a cada cual, según sus necesidades”, extraída de su Crítica del programa de Gotha, aboga por la asignación de tareas según las capacidades. Marx sugiere una sociedad en la que cada individuo contribuya según su talento, reconociendo las diferencias inherentes entre las personas. Aquí se encuentra lo que podríamos llamar una “meritocracia de funciones”: las habilidades y méritos de cada uno determinarían el tipo de tarea o función que desempeñaría en la sociedad. Pero la segunda parte de la frase (“a cada cual, según sus necesidades”) introduce el tema de las remuneraciones. Marx no aboga aquí por una igualdad burda en los ingresos sino por equidad en los mismos; propone una distribución que tenga en cuenta las necesidades de cada individuo y de su familia. Es obvio que una familia con un hijo con discapacidad debe recibir apoyo extra. El niño campesino que vive lejos de la escuela necesita más una bicicleta que los que habitan cerca de ella.

Según Alain Badiou, el primer gran manifiesto comunista de la historia es La República de Platón. En ella, el filósofo griego también hace descansar a la sociedad en el reconocimiento de las capacidades. La virtud principal de cada individuo lo hace pertenecer a una de tres clases: los más valientes son guardianes de la ciudad, soldados; los agudos y serenos pensadores deben gobernar; campesinos y artesanos son la clase alegre que alimenta a los demás con su trigo y sus bellas ánforas para el agua, el vino y el aceite de oliva. Pero Platón no propone una sociedad de castas: un hijo de campesino o de soldado puede llegar a ser gobernante-filósofo.

Es difícil creer que una sociedad funcione si las virtudes que se exigen son 90% de lealtad a un partido y 10% de capacidad. Vimos que ni siquiera los filósofos comunistas han propuesto ignorar las capacidades, los méritos. Al mismo tiempo, filósofos liberales como John Rawls conceden que hay que establecer topes máximos al ingreso. Quienes se enfurecen por el gesto de la ministra Batres se pintan como libertarios a la Milei. Del otro lado, los supuestos “comunistas” que desprecian las capacidades y méritos confiesan su ignorancia.