Estar enfermo / 3

LAS CLAVES

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En una ocasión el nobel colombiano Gabriel García Márquez dijo: “Uno tiene tres vidas, la vida pública, la vida privada y la vida secreta”; pero, hay que agregar otra: la vida de la enfermedad, la cual los doctores llaman historia clínica y se origina cuando visitamos por primera vez un consultorio por la circunstancia de un malestar que descontrola la buena salud. Todos los médicos indagan en los antecedentes del paciente para conformar el expediente clave de información sanitaria individual de aquellos que solicitan tratamiento y asistencia hospitalaria.

Nos sentamos frente al galeno y comienza la indagación: ¿padecimientos de familiares cercanos, malestares propios (hipertensión, diabetes...), medicamentos tomados en los últimos días, intervenciones quirúrgicas, recibimiento de transfusiones de sangre...? Después, sigue la exploración física: inspección, palpamiento, auscultación, registro del peso, talla, índice de masa corporal y signos vitales. El médico anota y asiente: el enfermo acata. Sépase, lo primero que debe arrogarse un enfermo es el acto de la resignación.

Primera cita, no todo queda claro: necesario realizar exploraciones complementarias: exámenes de laboratorio, dictamen por iconografías y pruebas especiales que llevan a los diagnósticos posibles —basados en la información extraída del interrogatorio y exploración física— calificados de presuntivos: están sujetos a resultados de catas de gabinete (estudios de imagen), así como a la propia evolución natural del padecimiento. Estar enfermo, una tribulación: ¿quién lo pone en duda?

El facultativo experto (cardiólogo, gastroenterólogo, oftalmólogo, urólogo, patólogo, angiólogo, psiquiatra, dermatólogo, pediatra, ginecólogo...), fija determinaciones y prescribe el tratamiento. Preguntamos los alcances de la dolencia: los médicos siempre responden de manera reservada: “Tenemos que ver la variación de la historia natural de su enfermedad. Siga las indicaciones, nos vemos en 30 días”. Uno acude a la farmacia, compra los remedios y confía en los juicios del doctor. ¿Qué puede hacer un insalubre ante el acecho de la frustración que presuponen los episodios del deterioro de la salud? Estar enfermo, ser paciente (del latín pati/patior: sufrir).

La Organización Mundial de la Salud asienta que estar sano no es solamente no padecer una enfermedad (avería, un mal funcionamiento de una parte o de todo el organismo). Estar sano versus sufrimiento. Los enfermos están distantes del bienestar: estar bien, en contacto con la plenitud del vivir en forma autónoma y contar con el cuerpo en concordia con lo que transcurre.

Leo la Biblia en estos días de mis visitas a los hospitales: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados” (Epístola Universal de Santiago 5: 14-15). Soy ateo, pero leo en el Libro Segundo de Moisés, Éxodo 23:25 “Adora al Señor tu Dios, y él bendecirá tu pan y tu agua. Yo apartaré de ustedes toda enfermedad”. Admiro a los jóvenes especialistas que me asisten. Tengo fe en la ciencia médica.

Portada "Ebrio de enfermedad"
Portada "Ebrio de enfermedad"Foto: Especial

Ebrio de enfermedad

  • Autor: Anatole Broyard
  • Género: Memorias
  • Editorial: La uña rota