Piazzolla plays Piazzolla

Reviso discos en este día de cierta pausa, de columpiada tranquilidad decembrina. El vecino de enfrente ha puesto luces de colores en su puerta, la muchacha alemana del primer piso colgó en la ventana un gigantesco Santa Claus. Todavía no me toca la vacuna de la tercera dosis de refuerzo: a algunos amigos ya se la aplicaron, noticia que me da mucha alegría. Emiliana, mi hija mayor, me llama para decirme que intentó cocinar un arroz congrí: “papi todo el arroz se pegó, me quedó horrible”. Mañana domingo voy a su casa para hacerle tostones de plátanos machos y precisarle los pasos de cómo se debe hacer el arroz con frijoles negros.

Escucho al baterista Daniel Pipi Piazzola, director de grupo de jazz argentino Escalandrum, en unas grabaciones en que rinde emotivo tributo al padre del neotango, Astor Piazzolla (1921 – 1992). “Siempre tuve deseos de tocar la música de mi abuelo. Ahora me siento realmente preparado y con la confianza necesaria para enfrentar semejante desafío. Resolví hacerlo con mi grupo Escalandrum que tiene ya 16 años de trayectoria y muchos escenarios compartidos. El motivo de esta decisión se apoya en el intercambio positivo, tanto en lo humano como en lo musical, que tenemos como grupo”, ha dicho el percusionista porteño

Piazzola Plays Piazzola (EPSA Music, 2011), nominado para el Grammy Latino como Mejor Fonograma Instrumental en 2012. “Escalandrum hace jazz con una fuerte identidad argentina, exploramos nuestras raíces y tratamos de elaborar un jazz con ciertos sentido autóctono”, abunda el nieto del autor de “Milonga del Ángel”·

Inicio el agasajo, homenaje íntimo en el año del Centenario del compositor. Escalandrum jazzea al bandoneonista del Mar de Plata, quien revolucionó de manera radical el tango en el siglo XX: introito con “Buenos Aires hora cero”: el clarinete bajo (Martín Pantyrer) se regodea en el motivo melódico secundado por el tenor (Damian Fogiel) y el alto (Gustavo Musso). “Mi abuelo era muy querido y respetado por jazzistas. Prácticamente, fue invitado a todos los festivales de jazz del mundo. Se entrometió con tino en el cosmos del jazz. En este caso los saxofones recrean al bandoneón”, ha señalado el líder de Escalandrum.

“Primavera Porteña”, “Lunfardo”, “Tanquedia 1”, “Milonga para tres y finales”, “Camorra”, y “Adiós Nonino” son ejecutados en concepto integral de hipnótica proporción armónica: improvisaciones de los saxofones y mudanzas que van de sabores rioplatenses (“Lunfardo”) a frondas afrocubanas (“Tanquedia 1”), desde expresivo virtuosismo del piano (Nicolás Guerschberg) a tabaleos boscosos de la batería.

Contrabajista en caligrafía carteriana (“Vayamos al diablo”, tango escrito en 7 x 4, con solo introductorio del contrabajo). Tangos jazzeados en una suerte de rondó instrumental con sutiles couplets intermedios: placa que es una jazz/suite en concurrencia de conformes circulares de fulgente consonancia. Última pista: “Camorra” (“Cuando quiero mostrar la maestría de mi abuelo como músico y compositor recurro a esta pieza que para mí es su obra maestra”): regreso a la tradición y desafío de la innovación piazzollaiana. Pianista en bosquejos monkianos y contrabajo en walking que recrea frecuencias de la prosodia del bebop.

Termina el álbum y me refugio en “Libertango” (dice el baterista que su abuelo “la compuso en media hora, apurado en una emisora de radio que le pedía un tema para un programa que ya iba a iniciar y no tenían la cortinilla sonora). Solo de batería espléndido y pliegues ravelianos muy bien hilvanados por los saxofones. Tarde envuelta en mantos del Río de la Plata. Tango-jazz ejecutado por un Sexteto de química envolvente con solvencia instrumental pasmosa: pianista, bajo, batería, saxofones y contrabajo en exuberante resurrección de Piazzolla deletreando los acasos de esta inaugural brisa invernal: el bandoneón entrecruza el ansia. Mañana domingo, voy a guisar para mi hija un almuerzo guantanamero.