Los muertos

SOBRE LA MARCHA

Carlos Urdiales
Carlos UrdialesLa Razón de México
Por:

El 1 de septiembre, el número de homicidios dolosos en el país, durante 32 meses del actual sexenio rebasará los cien mil. Muertos en paz, sin guerra.

Cuando Felipe Calderón declaró la guerra al crimen organizado en México, fueron ejecutadas más de 120 mil personas. Fue en el primer trimestre del quinto año de aquella administración cuando se contaron 98 mil decesos. Antes de la mitad del actual Gobierno, ese funesto volumen ha sido rebasado.

Con guerra mataban menos. Con paz mueren más. La herencia de un sexenio guerrero, y un sucesor omiso, pone contra la realidad al vigente. Con una Guardia Nacional inédita, con más efectivos diseminados por todo el territorio, con más apoyos sociales directos que nunca, la cifra letal de la violencia en México, crece.

Fenómeno que el Presidente López Obrador decidió atacar desde sus causas, no por sus consecuencias. Espíritu pacifista, humanista que no permea. Portarse bien es algo que los delincuentes no asimilan o no entienden.

El sábado en Guanajuato, tierra de masacres sin pausa, un comando entró a una vivienda, disparó contra una mujer y mató a una menor de siete años. Huyeron. ¿Qué explica semejante nivel de deshumanización? Sicarios y matarifes en universos alternos al de la mayoría de los seres humanos.

Estados alterados que, bajo lógicas de enfermedad y adicción, ambición y dinero, o secuestro y miedo, convierten a personas en máquinas de exterminio, ajenas a necesidades primarias como techo y comida. No son criminales por necesidad básica, lo son por otras más complejas y menos sencillas de comprender y confrontar.

Los muertos de Calderón, de Peña o de López Obrador, se suman para convertirnos en un colectivo sangriento y temible. México destaca en los rankings de países inseguros para ser mujer, para transitar, para salir de noche. Alertas extranjeras y paranoia local.

La inseguridad no acompaña a las estadísticas oficiales, que buscan puntos de inflexión en gráficas segmentadas por tipos de delitos, regiones, entre fueros inciertos que repelen responsabilidades entre ámbitos de Gobierno. Los muertos en México no son poca cosa.

El blindaje de autos y camionetas encontró aquí una mina de consumo de alto nivel. Ya no sólo se blindan Suburban, también camionetas pequeñas con capas y materiales que ofertan resistir el atraco en avenidas urbanas, y su reportorio más frecuente, 9mm, 38 súper, calibre 380. Los sistemas de videovigilancia igual. Las empresas de seguridad, otro tanto.

Pero la mayoría de los particulares, transeúntes, millones en transporte público; el de mercancías, negocios de todo tamaño y giro no se blindan, no pueden. La mayoría espera que el orden público sea legítima realidad y no histórica aspiración; que leyes, instituciones de prevención y ministerios persigan, castiguen a quienes roban, extorsionan, agreden y matan.

Contar muertos sirve para diseñar políticas públicas. No para atacar pasado o presente. Sobre esto, no hay otros datos. Ojalá todo esto fuera falso y se exagerara, pero desgraciadamente no es así.

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.