Daniel Alonso

El quinto Beatle

ARQUETIPO FUTBOL

Daniel Alonso *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Daniel Alonso 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Un 7 de febrero de 1964 el rock escribió en sus páginas uno de los momentos más icónicos y mediáticos de todos los tiempos. Aquel día, en punto de las 13:07 horas, la ciudad de Nueva York se estremeció con la llegada del grupo The Beatles. El cuarteto de Liverpool conformado por John, Paul, George y Ringo generó una histeria colectiva entre sus seguidores rompiendo todos los récords de audiencias registrados hasta entonces.

Ahora, el futbol recordará por siempre lo que sucedió un 10 de agosto de 2021 en París, cuando un tal Lionel Messi arribó a la capital francesa en un vuelo directo de Barcelona. Esa fecha quedará enmarcada por el impresionante operativo que la capital francesa montó para recibir al astro argentino, a su esposa y a sus tres hijos, mientras que miles de aficionados se amotinaban en el aeropuerto, en los alrededores del Parque de los Príncipes y en el hotel Royal Monceau, recinto en donde vivirá Messi hasta encontrar un hogar fijo.

Así, la fiesta estaba armada en la Ciudad de las Luces, y no era para menos, el mejor del mundo debía tener un recibimiento a la altura de lo que significa el apellido Messi en el futbol.

Las últimas 48 horas de Messi en París son como el propio argentino las describe: “una locura”. Imposible negar, más allá de la simpatía de los colores, que todo el fenómeno mediático y social desatado por la Messimanía es algo que le faltaba al futbol y, sin duda, a la propia carrera de Lionel. Quedarse en Barcelona hubiera sido maravilloso, romántico e histórico; pero poder comprobar que la admiración y devoción a Messi rebasaba las fronteras de Cataluña, es algo que casi toda la familia futbolística ha disfrutado.

Y el rostro de Messi no mintió. La sonrisa que le acompañó por todo París sólo se le vía dentro de la cancha. El Messi que saludó a los hinchas desde el balcón de su hotel, no es el mismo al que le costaba hablar frente a las cámaras, al que la timidez lo encasilló como un jugador de carácter débil-pasivo. Ese Messi se quedó en Barcelona. Hoy en París, parece la reencarnación de Jim Morrison, disfrutando de los miles de flashes que lo siguen por todos lados, disfrutando de cada aplauso y cada reverencia.

¿Y qué hay del futbol? Al igual que le pasó a The Beatles con su música, el tema de la pelota ya está de más. Pero la expectación es inmensa. ¿De qué serán capaces Neymar, Mbappé y Messi? Y el morbo de miles que ya sueñan con un París-Barcelona en la inminente Champions League.

Y justo ahí, a tan sólo 830 kilómetros de París, el exequipo de Messi se hunde en las sombras. Joan Laporta tras la salida de su estrella afirmó que “nada ni nadie está por encima del club”. Al parecer se equivocó y así lo piensan los millones que hoy celebran en Francia y las personas que hacen largas filas, pero para devolver la camiseta con el 10 blaugrana que es ahora sólo anecdótico.

La herida tardará en sanar. Pero como dijo Menotti, el Barcelona tendrá que demostrar que sigue siendo el Barcelona. Después, si aún hay fuerzas, soñar con el retorno del ídolo, para sumirse en un último abrazo, una última sonrisa y un último festejo con los dedos de Messi apuntando al cielo de la Ciudad Condal.