Daniel Alonso

La venganza que no fue

ARQUETIPO FUTBOL

Daniel Alonso *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Daniel Alonso 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En México el futbol es el deporte nacional, pero el futbol americano tiene su propia historia. Desde la liga universitaria de futbol colegial, que en los setenta era una locura en todos los recintos en donde se jugaba, incluido el Estadio Azteca que reunió a más de 100 mil personas en un Poli-UNAM. Además, hoy en día las categorías infantiles y juveniles continúan con vida en todos los campos de la ciudad; principalmente en la zona norte, cuando los domingos por la mañana en la avenida Lomas Verdes se desata el caos con las porras y gritos por Cowboys, Bucaneros, Pieles Rojas, etc.

Bajo este contexto, podemos afirmar que México es probablemente el único país en el mundo que despierta en sus aficionados una pasión similar entre el futbol y el futbol americano. Esta pasión deriva en una rivalidad o celos entre los seguidores de estos dos deportes tan populares. Normalmente el seguidor al americano suele menospreciar a los “pamboleros” (como se refieren despectivamente a los aficionados al futbol) por la naturaleza del deporte mismo, que suele ser mucho más permisivo en algunos aspectos.

Por ejemplo, el grado de atletismo y acondicionamiento físico que demanda el americano es mucho mayor; el engaño y fingir lesiones no es común en los emparrillados y los escándalos deportivos como arreglos y sobornos al estilo Juventus tampoco son bienvenidos. El seguidor del futbol encasilla al del tocho como aspiracional o seudogringo y ve en el americano, sólo un espectáculo comercial en donde las marcas y hacer dinero es lo único que importa. Hay un grupo selecto, que logra disfrutar y apasionarse con ambos deportes, son los más afortunados.

Por esa razón, el duelo entre Raiders y Cargadores era la venganza perfecta para los aficionados del futbol. Tan sólo faltaban 60 segundos para que el empate entre ambos equipos les diera el pase a la siguiente ronda y de paso, dejar eliminados a los Acereros de Pittsburgh. Sin duda alguna, ese resultado desataría una polémica interminable y acusarían a ambos equipos de arreglar el resultado.

Y cómo no pensarlo, si después de 271 partidos hubo un solo empate en toda la temporada, porque la cultura deportiva en Estados Unidos no acepta tan fácilmente este resultado, si en la NFL sólo se juega un tiempo suplementario y al término de éste se da el empate, es por cuestiones de salud de los jugadores. En los otros deportes el juego no acaba hasta que exista un ganador y un perdedor. El empate es para el entrenador o el deportista norteamericano el resultado que menos enseñanza otorga.

El propio head coach de los Raiders, Rich Bisaccia, aceptó en la rueda de prensa posterior al encuentro, que por un momento se discutió la posibilidad de aceptar el empate, porque los Cargadores tampoco detuvieron el reloj; había tanta tensión, que el escándalo de los aficionados que imperó durante todo el frenético encuentro se transformó en un silencio absoluto. El inminente empate parecía incomodar a todos. Tal vez fue cargo de conciencia o el impulso de ganar, pero Raiders sacó una última jugada que significó el gol de campo de la victoria, y no sólo del equipo de Las Vegas, sino de toda una liga y una tradición histórica, en donde lo más importante es el honor.