David E. León Romero

Se trata de seguir

JUSTA MEDIANÍA

David E. León Romero*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
David E. León Romero
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Probablemente una de las condiciones que mayor desequilibrio genera en los seres humanos es la incertidumbre. Buscamos certeza y nos abrazamos a ella. No obstante, con relativa frecuencia todo aquello que no podemos controlar configura una realidad distinta a lo esperado que revela que la certeza no es más que un espejismo.

El impacto de un evento traumático suele ser demoledor. El piso desaparece en un instante, nosotros y nuestra realidad con todo lo que la compone caen por un tiempo indefinido por un tobogán que nos ubica en un espacio oscuro donde reina la incertidumbre.

Con el impacto aparecen preguntas que resultan sumamente difíciles de responder, respuestas que en algunos casos creemos que aclararán el presente, despejando incógnitas, acomodando el pasado y allanando la senda por andar.

“La vida sigue”, dice en repetidas ocasiones el gran Ciro Gómez Leyva. La vida sigue y no resulta sencillo asirse de uno de sus barandales después del trauma. Quienes aprovechan las herramientas que tienen a su disposición a través del talento, el esfuerzo y la inteligencia —tres elementos de por sí escasos y difíciles de utilizar, más en los momentos de oscuridad— y cuentan con la bendición de tener al menos a un ser humano cercano que les tienda la mano, logran hincarse, ponerse de pie, escalar las paredes de aquel sitio obscuro y pese a todo lo que sucede y al ecosistema configurado por dudas, inseguridades y temores que la incertidumbre postraumática provoca, logran salir, comenzar a trotar y alcanzar la velocidad necesaria para subir al estribo y seguir.

Con absoluto respeto y toda proporción guardada, me atrevo a compartir que en medio de una de las más graves crisis personales que he tenido que enfrentar, desayunando y cenando una tremenda incertidumbre y buscando con ansias respuestas a ciertas preguntas que según yo despejarían mis dudas, aclararían mi mente y detonarían mi futuro, un hombre al que admiro me dijo: “David, no busques más, no te envenenes el alma”, invitándome a no continuar invirtiendo tiempo y energía en la búsqueda de certezas que difícilmente llegarían y si remotamente lo hicieran, mi vida poco cambiarían.

A un año de su atentado Ciro sin victimizarse, con los arrestos de un sobreviviente decidió seguir en medio de un entorno por demás complejo, agreste e incierto. Trotó, puso un pie en el estribo, subió al tren y completó un año sumamente exitoso, manteniendo con su talento, seriedad y profesionalismo su longevo liderazgo. ¿Cuántos lo habrían podido hacer?

Para mí su testimonio resulta de gran valor desde varias aristas, una de ellas, la de la resiliencia del ser humano. ¿Cómo lo hizo? No lo sé, probablemente como algunos otros, abrazándose a la rutina, al trabajo, a las letras, a los amores y a los amaneceres; ojalá nos lo cuente. Que la vida siga y nosotros con ella, independientemente de la incertidumbre que de manera obligada acompaña al trauma.