Eduardo Nateras

Línea 12: corrupción, tragedia e impunidad

CONTRAQUERENCIA

Eduardo Nateras
Eduardo Nateras
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El desplome de un tramo elevado de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México, deja tras de sí un saldo de 25 víctimas mortales, decenas de heridos y una serie de preguntas que difícilmente encontrarán respuesta.

La llamada “Línea Dorada”, fue inaugurada en octubre de 2012, como parte de la conmemoración del Bicentenario de la Independencia de México. Fue necesario redoblar el paso en la recta final de la obra —con un sobrecosto del 70 por ciento— para que Marcelo Ebrard, entonces Jefe de Gobierno del Distrito Federal, inaugurara antes de concluir su administración.

Ya con Miguel Ángel Mancera al frente de la ciudad, y con menos de año y medio de operaciones, en marzo de 2014 se suspendió el servicio en 11 de sus 20 estaciones debido al desgaste prematuro provocado por una incompatibilidad entre los rieles y las ruedas de los trenes. Veinte meses después, tras la sustitución de 32 kilómetros de vías defectuosas, se reanudó el servicio completo de la Línea.

Pero muy poco duró el gusto. Vinieron los sismos de septiembre de 2017, que evidenciaron diversas fallas estructurales en las columnas que sostienen los tramos elevados de la Línea, por lo que el servicio se suspendió en diversas estaciones para reforzar las columnas afectadas. Las reparaciones incluyeron a las estaciones Olivos y Tezonco, tramo en el que se suscitó el accidente a inicios de semana.

Así —con menos de una década en operaciones—, si bien se trata de la Línea más nueva del Sistema de Transporte Colectivo Metro, también es la que más tiempo ha permanecido cerrada derivado de diversas anomalías en su diseño, lo que ha significado meses y meses de servicio intermitente y miles de millones en recursos adicionales para subsanar las deficiencias iniciales.

No sorprende que tan pronto se supo del accidente, viniera una serie de deslindes por parte de toda autoridad que, en algún punto, ha sido responsable de la planeación, operación, supervisión y mantenimiento de la Línea en lo que va de su corto y accidentado funcionamiento. No es para menos, pues, en un contexto ideal, la tragedia ocurrida sería motivo suficiente para terminar con la carrera política de más de un personaje y con la libertad de otros tantos.

Por lo pronto, ya se anunció que se llevarán a cabo los peritajes necesarios para determinar las causas del incidente y deslindar responsabilidades. Pero de muy poco le servirá el “deslinde” a quienes perdieron a un ser querido en el accidente o a quienes aún permanecen hospitalizados. Vendrán las reparaciones económicas para los deudos, condolencias de pecho frío y luego una gran nada, pues, el resultado es conocido: anomalías en el diseño, irregularidades en los permisos, desvío de recursos, reporte de fallas no atendidas...

Así sucedió con el socavón en el paso exprés de Cuernavaca o con el derrumbe del Colegio Rébsamen, casos en los que corrupción y negligencia han derivado en tragedia. En cuanto a los funcionarios responsables, pueden estar tranquilos y continuar sus campañas en paz.