Eduardo Nateras

No me ayudes, Alito

CONTRAQUERENCIA

Eduardo Nateras*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Eduardo Nateras
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Bien dicen que más ayuda el que no estorba y, políticamente, no podría aplicarse más oportunamente que con el actual dirigente del Partido Revolucionario Institucional, quien —tanto entre correligionarios como para con externos—, se ha convertido en un verdadero lastre.

A la pobre dirigencia del partido, se sumaron los audios filtrados en semanas previas, que expusieron los turbios manejos y lamentables opiniones de Alejandro Moreno. Luego, vinieron las derrotas en las elecciones locales del pasado junio que evidenciaron la franca debacle del tricolor, lo que llevó a que una decena de exdirigentes del partido buscaran a Alito para conminarlo —infructuosamente— a que renunciara. Finalmente, esta misma semana, la puntilla fue la propuesta del propio dirigente de impulsar medidas para permitir la portación de armas en el país.

Más allá de la evidente crisis del otrora magnánimo PRI, lo que cada vez toma más relevancia es el efecto del accionar de Alito en la alianza que el tricolor sostiene con el PAN y el PRD, con quienes compiten de la mano en la mayoría de las elecciones desde 2021, para tratar de hacerle frente a la aplanadora de Morena.

Al margen del acuerdo que une a estos institutos, lo adecuado habría sido —como los actores políticos que son— que las dirigencias del PAN y del PRD tomaran una postura ante los escándalos de su aliado. Sin embargo, ni los audios y ni la descabellada propuesta de Alito fueron motivo para que se pronunciaran —en claro respaldo a la alianza que sostienen—, como si no pasara nada, como si no consideraran ilegales las prácticas expuestas o como si apoyaran la portación de armas generalizada.

Pero, si han optado por la estrategia de callar hasta que los hechos queden borrados del imaginario público o hasta que alguien al interior del PRI logre poner orden, sería muy oportuno que valoraran —y ojalá ya estén en ese proceso— cuánto es prudente aguantar y hasta qué punto ser comparsa del PRI en favor de mantener la alianza, les reditúa más que cambiar de aliados o competir por sí mismos en los siguientes compromisos electorales.

No cabe duda de que la alianza resultó un éxito en las elecciones legislativas de 2021, pues les permitió en conjunto arrebatarle a Morena y a sus aliados la posibilidad de llevar a cabo reformas constitucionales por sí mismos. Pero en las pasadas elecciones locales la historia fue muy distinta, con apabullantes derrotas en cuatro de las seis gubernaturas en disputa y como si de un presagio se tratara de cara a las elecciones de gobernador del próximo año —en Coahuila y Estado de México— y la presidencial en 2024.

Quizás para el PRD no hay mucho qué pensar, pues dejar al PRI y cambiar de estrategia podría significarles perder el registro nacional. Pero para el PAN la situación es muy diferente, pues son quienes aportan el capital político a esa alianza y bien podrían considerar ir solos o, incluso, coquetearle a una opción un tanto más anaranjada. Sea cual sea el caso, con ese amigo, para qué quieren enemigos.