Eduardo Nateras

Las “nenis” del deporte de alto rendimiento

CONTRAQUERENCIA

Eduardo Nateras*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Eduardo Nateras
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Históricamente, la distribución de recursos destinados al deporte de alto rendimiento en nuestro país ha sido turbio y lleno de anomalías, por decir lo menos. Dirigentes van y vienen y los conflictos persisten, entre señalamientos y denuncias entre directivos sobre malversación de recursos y apoyos a deportistas que no llegan a sus destinatarios.

La Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade) es la institución pública en nuestro país encargada de fomentar, administrar y regular las políticas públicas relacionadas con la promoción de la activación física entre la población, así como de la regulación del deporte organizado —tanto profesional como amateur.

Sin embargo, la forma organizativa de las instituciones encargadas de administrar las labores y los recursos públicos gubernamentales destinados al deporte, es bastante peculiar, pues, si bien la Conade es la máxima autoridad en el ramo, existen diversas federaciones —en función de las respectivas disciplinas deportivas que encabezan— que, en buena medida, operan de manera autónoma. Es así que los recursos que –en principio– distribuye la Conade entre las federaciones, éstas, a su vez, pueden ejercerlos con bastante independencia.

Este abigarrado entramado institucional ha generado poca transparencia, corrupción y malos manejos que se han replicado por años, sin mayores soluciones. A ello, hay que sumar el recorte sistemático de ciertas partidas presupuestales implementado por el actual gobierno, por considerarlas insuficientemente relevantes, como es el caso del desarrollo y promoción de la ciencia y la tecnología o del deporte.

Ana Gabriela Guevara debe conocer a la perfección los tejes y manejes dentro de las diversas federaciones deportivas y, particularmente, sus vicios. No solamente por ser la actual titular de la Conade, sino también en su calidad de exatleta de alto rendimiento —medallista olímpica en Atenas 2004 y campeona mundial en atletismo—, pues, en su momento, ella misma pasó por serias diferencias con los entonces titulares de la Federación de Atletismo y de la Conade por falta de apoyo y de recursos, mismas que, hasta cierto punto, fueron el factor determinante para que pusiera fin a su trayectoria deportiva.

Llama, entonces, tremendamente la atención el desdén, poca empatía e indiferencia con el que —ahora como máxima autoridad del deporte en México— el pasado miércoles se refirió al equipo de nado artístico —doblemente ganadoras de oro en el mundial en Egipto— y las clavadistas, que ante el nulo apoyo por parte de la Conade y su federación, han atravesado serias dificultades para hacerse de recursos por sus propios medios para poder participar en la justa deportiva.

Y así sean “calzones, Avon o Tupperware” lo que tengan que vender, a la titular de la Conade la tiene sin cuidado la forma en que se hacen de fondos nadadoras, clavadistas y —básicamente—cualquier otro deportista, pues —sin importar sus dichos y los del Presidente— simplemente no hay recursos públicos para fomentar y desarrollar el deporte en nuestro país.